The “Bushification” of Obama

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WASHINGTON.- No es fácil esto de tener un tipo tan popular en la Casa Blanca. Que el jefe del imperio estadounidense sea visto internacionalmente con tanta simpatía y admiración es, para muchos, muy problemático. Hay gobiernos para quienes es indispensable tener a Estados Unidos como enemigo. Y todos conocemos gente para quienes el antiamericanismo es casi un instinto básico y la fuente principal de sus opiniones políticas.

Es por esto que “bushificar” a Obama se pondrá de moda.

La “bushificación” de Barack Obama es el próximo y casi inevitable capítulo de la narrativa que comenzó con la seguridad de que era imposible que los estadounidenses pudieran elegir a un negro como presidente, la sorpresa de la victoria de Obama, la desbordada emoción durante su asunción y las enormes expectativas acerca de su capacidad para resolver los inmensos problemas que hereda.

Ahora vendrá una etapa en la cual muchos explicarán que en el fondo no hay mucha diferencia entre George W. Bush y Barack Hussein Obama. O como ya lo dijo el lírico presidente de Venezuela: “Son el mismo miasma”, es decir, que ambos son efluvios malignos que se desprenden de cuerpos enfermos o materias corruptas (aunque Chávez inmediatamente nos aclaró que los llamaba miasma “por no usar otra palabra” ¿En cuál estaría pensando?).

Y no es sólo Chávez. La “bushificación” será una tendencia global. Para el régimen iraní será importante demostrar que por más que el segundo nombre del nuevo presidente sea Hussein y que en farsi Obama significa “el que está con nosotros”, en realidad sigue siendo, al igual que su predecesor, el representante máximo del gran Satanás.

Tres días después de la asunción de Obama, Estados Unidos bombardeó a un grupo de presuntos talibanes en el noroeste de Paquistán, en un ataque que dejó 14 muertos. El gobierno paquistaní protestó contra la nueva violación de su soberanía y confirmó que su esperanza de que Obama no continuara con la política de Bush en este sentido era tan sólo una ilusión.

Después de que Timothy Geithner, el designado secretario del Tesoro estadounidense, acusara a China de estar manipulando su moneda, Pekín reaccionó furiosamente: “Dirigir acusaciones infundadas a China con respecto a su tasa de cambio sólo ayuda al proteccionismo estadounidense y no contribuye a buscar una solución real al problema”, dijo en un comunicado.

En su discurso inaugural Obama alertó: “Quienes se aferran al poder a través de la corrupción, el engaño y la represión a sus opositores deben saber que están del lado equivocado de la historia; pero también que les tenderemos una mano si están dispuestos a abrir su puño”. ¿Qué habrá pensado Vladimir Putin de esta invitación? ¿Y el sirio Bashar al-Assad? ¿Y Raúl Castro?

Que no ven diferencia entre Obama y Bush.

Se sabe, además, que Obama está convencido de que se debe aumentar la intensidad de la guerra en Afganistán, que no se debe permitir que Irán disponga de armas atómicas y que Israel tiene derecho a defenderse de los ataques de Hamas.

“Si alguien estuviese lanzando cohetes de noche a la casa donde duermen mis hijas, yo haría cuanto estuviera a mi alcance para pararlo. Y de hecho cabe esperar que los israelíes hagan lo mismo”, ha dicho Obama, al repetir una idea con la que es difícil disentir.

Sin embargo, a nadie sorprende que en el mundo árabe ya haya quienes denuncian al gobierno de Obama como la simple continuación de la administración de Bush, sólo modificada con una mayor cantidad de judíos en el gabinete y en otros cargos de máxima relevancia.

En algunos casos, la “bushificación” de Obama tendrá asideros en la realidad de que habrá continuidad entre las políticas del nuevo presidente y las de Bush. Pero en muchos otros casos, sólo responderá a los esfuerzos propagandísticos de quienes necesitan siempre tener a un enemigo en la Casa Blanca. Pero no les será fácil. Una de las características de la trayectoria política de Obama es que siempre ha sorprendido a sus críticos y a los escépticos. Y, en este caso, no le resultará difícil sorprenderlos de nuevo. Entre otras razones porque, a pesar de lo que digan sus críticos, él no es George W. Bush.

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