Había suscitado gran expectación en todo el mundo la ceremonia de presentación en sociedad de la nueva política internacional de Estados Unidos bajo la dirección de Obama. Tuvo lugar en la Conferencia sobre Seguridad de Múnich, mediante un discurso de su vicepresidente, Joseph Biden. En realidad, se trató de una mera declaración de intenciones, con pocos rasgos renovadores.
Biden estuvo lejos de ofrecer excusas por los graves errores acumulados durante el mandato del anterior presidente y cuyos efectos han sufrido varios de los países que acudieron a la conferencia. Por el contrario, el vicepresidente mostró posturas ya conocidas: “Actuaremos de acuerdo con otros siempre que podamos, y cuando actuemos independientemente será porque no hay otra solución”. Esta frase pudo haber salido de la boca de Bush. Incluso el nefasto Rumsfeld en su época de mayor esplendor, pudo haber proferido esta otra: “Estados Unidos hará más, esta es la buena noticia. La mala es que pediremos más a nuestros asociados”. Muchos entendieron más tropas a Afganistán.
Por otro lado, afirmó que las organizaciones internacionales, tan despreciadas por Bush, “nos ayudan a mejorar la seguridad colectiva, los intereses económicos y nuestros valores”. Por tanto, Estados Unidos “se comprometerá con ellas, escuchará y consultará”. Tres verbos muy poco utilizados por el anterior gobierno.
Pero poco diálogo habrá si se establecen ya ciertas líneas que parecen inamovibles. Según Biden, va a proseguir el despliegue del escudo antimisiles en Europa; no se reconocerá la independencia de Abjasia y Osetia del Sur; el programa nuclear de Irán es “ilícito”; y la OTAN habrá de hacer frente al terrorismo y a la seguridad de las redes de internet, garantizar los suministros de energía y desplegarse fuera de la zona para la que fue creada. No en vano sigue al frente del Pentágono quien lo dirigía antes de llegar Obama al poder.
Merece la pena resaltar estas palabras de Biden, muestra de una cierta ingenuidad: “No reconoceremos el derecho de ninguna nación a tener esferas de influencia”. Sorprende esta afirmación en boca de un destacado político del país que inventó la Doctrina Monroe (“América para los americanos”) y que, de hecho, ha intentado seguirla aplicando siempre que ha podido; lo mismo que otros países que buscan un lugar más favorable en el concierto internacional de las naciones. Se pueden negar las esferas de influencia, pero, “haberlas, haylas”.
Si en verdad Obama pretendiera conducir la política exterior de Estados Unidos por un nuevo rumbo, Biden no hubiera pronunciado estas palabras en Múnich: “Vamos a pedir a otros [países] que se responsabilicen de algunos de los que ahora están en Guantánamo, pues hemos decidido cerrarlo. Nuestra seguridad es compartida, así que también compartimos la responsabilidad de defenderla”.
Hubiera sido mucho más innovador un comunicado oficial de que Obama no sólo había tomado la decisión de cerrar el infame penal de Guantánamo, que ha pasado a los anales de la ignominia, sino que también había decidido abandonar la base naval allí existente y devolver a Cuba, su legítimo poseedor histórico, esta última colonia en tierras iberoamericanas.
Además, si se hubiera deseado mostrar en Múnich que una nueva mano sostenía las riendas de la Casa Blanca, Estados Unidos no hubiera tenido que forzar a los países aliados para que acojan en su territorio a los prisioneros hoy encerrados en la cárcel guantanamera. ¿Acaso el país más poderoso del planeta carece de recursos y habilidades suficientes para poner fin, por sí solo, a la insostenible situación que, también por sí solo, creó al abrir el llamado Centro de Detención de Guantánamo? Si no sabe cómo salir, sin ayuda, de sus atolladeros, ¿cómo espera ayudar a los demás?
Bien está que desde Europa se coopere para que algunas iniciativas de Obama tengan éxito. Pero barrer y retirar los residuos de la catástrofe que los fracasados neocons de Bush han esparcido por el mundo, corresponde a Estados Unidos en los últimos años. Ni Obama ni Biden deberían olvidarlo, para evitar caer en los mismos errores.
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