Regreso de Estados Unidos con una preocupación: la cobertura que la televisión de ese país le está dando a México. En mi viaje observé varios reportes de las cadenas de televisión y los canales noticiosos. En todos noté una cobertura alarmista, estridente, desequilibrada y sin matices.
Aclaro que todas las historias que vi son ciertas. El crecimiento del crimen organizado en México. Las seis mil ejecuciones del año pasado. El incremento en los secuestros y las extorsiones. El control que los delincuentes tienen de ciertos territorios. El peligro de que la violencia se pase al otro lado del río Bravo. Sería una necedad negar esta realidad. Pero lo que no vi es el otro lado de la moneda. La gran demanda de drogas que existe en EU y alimenta el negocio de los narcotraficantes. La exportación de armas estadunidenses, propias del mejor ejército, a los delincuentes mexicanos. El esfuerzo del gobierno de México por restablecer la autoridad del Estado. Los policías y los soldados honestos que han muerto en esta guerra. También es una necedad negar esta realidad.
Joseph Stalin decía que “la muerte de un millón de soldados soviéticos es una estadística; la muerte de un soldado soviético es una tragedia”. Los productores de los noticieros estadunidenses siguen este principio. Saben que al público no le interesan las estadísticas; son las tragedias lo que más atrae a las audiencias. En este sentido, observé varias historias personales que efectivamente ponen los pelos de punta. La de una familia estadunidense secuestrada en Tijuana que vivió horas aciagas creyendo que los matarían. La de una balacera a plena luz del día en una avenida de Ciudad Juárez. Lo que no vi fueron las otras historias. La del junkie texano que viene a picarse a Nuevo Laredo. O la del soldado oaxaqueño que murió acribillado en el cumplimiento de su deber en Reynosa.
No hay duda: México se ha convertido en noticia en Estados Unidos. Por un lado, la guerra en contra del terrorismo ya no atrae la misma atención en los estadunidenses en la medida en que no ha habido un atentado en su territorio desde el 11 de septiembre de 2001. La guerra en Irak ya tampoco tiene la misma cobertura debido a que la violencia en esa nación ha caído. Además, los estadunidenses pronto la abandonarán. Lo que hoy llama la atención, por razones obvias, es la crisis económica. Pero no todo el noticiero se puede dedicar a las penurias de la economía. De ahí la necesidad de encontrar nuevos temas. Y resulta que en el vecino del sur, tan cerca, hay una guerra violenta con historias de gran valor noticioso: decapitados, pozoleros, policías corruptos, ciudadanos exasperados y delincuentes multimillonarios.
Nadie puede dudar del valor periodístico de esta realidad. Lo que falta es equilibrio. Se extrañan los matices. Al ver estas coberturas, uno piensa que todo México es igual. Que Querétaro es Juárez. O que cualquier estadunidense puede ser secuestrado en Vallarta como efectivamente ocurre en Tijuana. Nadie menciona, por cierto, que las ciudades más violentas de México están en la frontera con Estados Unidos. ¿Por qué será?
Sobre la frontera, la mejor cobertura que he visto fue la de Anthony Bourdain. Se trata de un chef neoyorquino que viaja por todo el mundo buscando experiencias culinarias únicas. Hace poco viajó a la franja fronteriza entre México y EU. Definió el lado mexicano como “pueblos construidos para satisfacer el apetito legítimo y de otro tipo de los gabachos […] Son más para nosotros. Un lugar anónimo donde podemos satisfacer nuestros impulsos más oscuros y salvajes. Es más un reflejo del lado estadunidense, que del verdadero México”. Me pareció una definición muy atinada. Mejor que la de cualquier periodista. Por desgracia, el programa de Bourdain aparece en el Travel Channel y no en las principales cadenas estadunidenses.
La verdad es que no me sorprende lo estridente y alarmista de la cobertura de México en EU. Y es que así es la televisión en ese país. En el magnífico libro The Culture of Fear: Why Americans are Afraid of the Wrong Things, el sociólogo Barry Glassner comprueba cómo la televisión de EU asusta a sus audiencias: “Los programas noticiosos televisivos sobreviven gracias al espanto. En los programas locales, donde los productores viven bajo el dictado de ‘si sangra, sale’, las historias sobre drogas, crimen y desastres constituyen la mayor porción de las noticias […] Después de la cena, vienen los programa de magazine noticioso cuyas principales guías parecen ser que no hay peligro chico que no pueda ser magnificado como una pesadilla nacional”. Por eso, por ejemplo, los estadunidenses piensan que el crimen crece en sus comunidades cuando estadísticamente está bajando. Una historia escandalosa, estridente y alarmante cambia la percepción de lo que realmente ocurre.
Tengo amigos y parientes que residen en EU. Me llama la atención el miedo con que viven. Constantemente se están cuidando de enfermedades raras. Leen los avisos de los juguetes para ver qué peligros engendran. Creen que la violencia llegará a su vecindario en cualquier momento. Todo porque vieron alguna noticia alarmante en el noticiero. No sorprende, entonces, que ahora rehúsen viajar a México. Y si vienen, por razones familiares, se regresan rápido. Piensan que los que vivimos en México estamos locos. Nos cuestionan si no tenemos miedo a que nos secuestren o asesinen. Nos ven raro por vivir en este país de bárbaros, como nos retratan sus televisoras. Lo que pocos saben es que hay lugares igual de peligrosos que Ciudad Juárez en EU. Que se den una vuelta por Anacostia para ver cómo se vive en este barrio de la capital estadunidense. Eso, por supuesto, si la policía les permite entrar.
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