Stop Pretending

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Basta de simulaciones

Como se esperaba, el presidente Barack Obama fue la atracción principal de la Quinta Cumbre de las Américas. Con su habitual lucidez y desplegando su natural sencillez y cordialidad, el actual inquilino de la Casa Blanca no sólo confirmó la abismal diferencia que lo separa de su predecesor sino que propuso la reconciliación de las Américas.

Como era también predecible, con su acostumbrada impudicia, el bufonesco Hugo Chávez no perdió ocasión para dar la nota en la cumbre. Peor aún, en una acción no exenta de ironía, aprovechó la cercanía de Obama para tomarse la foto del recuerdo con el representante máximo del “imperialismo norteamericano”. ¿Le habrá pedido también que se la autografiara?

Previsible fue también la lamentable reacción en Estados Unidos del dinosáurico ex líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes Newt Gingrich, quien en un canal de televisión de ultraderecha se apresuró a caracterizar como debilidad la bonhomía de Obama en la cumbre, equiparándolo con Jimmy Carter. “Pienso que (la foto) manda una señal terrible a Latinoamérica sobre la forma en la que la nueva administración encara a los dictadores”, dijo Gingrich.

Lo impredecible ahora es cuál será la respuesta de los hermanos Castro al proceso de distensión que Obama les ha planteado. La ambigua declaración de Raúl Castro previa a la cumbre ha provocado todo tipo de especulaciones, predominando aquellas que la juzgan positiva. Pero habría que precisar ¿de qué está hablando Raúl Castro cuando dice que Cuba se sentaría a la mesa con Estados Unidos para hablar sobre derechos humanos? ¿Estará pensando en un debate en el que él y Obama discutirían si las violaciones de los derechos humanos en la isla suceden en Guantánamo o en las prisiones a las que van a dar quienes están en desacuerdo con la dictadura cubana?

Eso me temo. Sin culpa, Obama tendrá que cargar con las aberraciones que su predecesor permitió. Tampoco me alientan las estrambóticas declaraciones del teniente coronel venezolano cuando muy orondo asegura, “sin duda que en Cuba hay más democracia que en Estados Unidos”. ¿Cómo se puede dialogar racionalmente con alguien cuando la premisa del argumento parte de este tipo de alucinaciones?

Obama ha planteado una secuencia de hechos que podría sentar las bases para una distensión gradual y ha dado el primer paso al levantar ciertas restricciones a los viajes a la isla y al envío de remesas. Ahora le toca a Cuba responder de forma sustantiva; por ejemplo, liberando presos políticos.

Obama no puede hacer más porque vive en un país donde impera el Estado de derecho y la separación de poderes y no puede atribuirse poderes extraordinarios y decidir solo. Tampoco puede entrar en contubernio con la oposición al estilo de Daniel Ortega, para (mal) gobernar sin estorbos.

Lo que sí se puede hacer, como bien ha señalado José Miguel Vivanco, de la organización Human Rights Watch, es que los cabilderos de Cuba acepten que “el gobierno cubano continúa asegurándose de que exista consenso político a través de procesos penales, detenciones breves y de largo plazo, hostigamiento de personas a través de manifestaciones masivas, violencia física y vigilancia. Actualmente, hay más de 200 presos políticos en las cárceles de Cuba”.

En este sentido, si los gobernantes de los países latinoamericanos que hoy apoyan acrítica e incondicionalmente a Cuba en verdad quieren contribuir a la distensión en el hemisferio, lo que deberían hacer es presionar a los Castro a que se comprometan a defender los derechos humanos de los cubanos. Hacerles notar su obsolescencia y convencerlos de que ya es hora de abrir la isla a la competencia política e imiten al otro famoso dictador del continente que se atrevió a llamar a un plebiscito para que los chilenos pudieran escoger de manera libre, soberana y transparente el tipo de régimen político en el que querían vivir.

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