Cuba, Brazil and the Embargo

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Decir que Barack Obama ha puesto en marcha una nueva política respecto a Cuba no es del todo cierto. Ha marcado un énfasis y una tesitura diferente respecto a la administración anterior, pero ya ha habido administraciones que han mostrado especial flexibilidad para encarar las relaciones con Cuba. Siempre sin resultados muy positivos.

Fidel sabe de los dividendos que le genera el papel de víctima y lo que ayuda a su “liderazgo” esa imagen de pequeño David enfrentado al poderoso Goliat. No se ha apartado nunca de ese esquema. No lo hizo antes y procura que eso no cambie ahora y, viejo y enfermo, se apresura a sabotear cualquier efecto positivo de la política y la buena voluntad de Obama hacia la isla.

A Fidel no le sirve que haya menos restricciones para viajes y remesas. En los hechos todos los que quieren viajar lo hacen y lo mismo ocurre con quienes desde EEUU ayudan económicamente a sus familiares en la isla. Una liberalización en esos campos puede generar algo más de movimiento, pero sobre todo implicará una transparencia que al régimen no le conviene. Ya no podrá ocultar ni justificar la expropiación que hace a los cubanos de buena parte de esos fondos que les envían desde EEUU.

Mucho menos le conviene a Fidel que desaparezca el embargo. Para empezar, él, sus amigos y aquellos que temen apartarse de lo políticamente correcto, ya no podrán hablar de “bloqueo” ni podrán esquivar el tema de la violación de los derechos humanos en Cuba. Desaparecerá la justificación para los fracasos económicos, para limitar las libertades, para enviar a la cárcel a los que disienten con el régimen. Dejará de ser la víctima, dejará de ser el “tema” alternativo permanente, se le terminará el negocio y Fidel lo sabe y hará todo lo posible para que eso no acabe nunca.

También lo sabe el presidente brasileño Lula y de ahí su esfuerzo para que Obama no se quede corto en las medidas a favor de Cuba. Lula, léase también Itamaratí y las FFAA brasileñas, saben que el liderazgo continental del Brasil esta frenado y dependerá siempre del “mito cubano”. Es difícil a esta altura borrar el “fidelismo” -este termina solo con la desaparición de Fidel- pero lo que no quiere Lula es que continúe el “castrismo”. Una Cuba víctima, aislada y “embargada” permitirá sobrevivir al mito y será un sustento para los herederos y a Brasil esto no le sirve.

Brasil se ocupa de que Chávez no ingrese al Mercosur y trata de quitarle espacio, pero hasta ahora no ha podido evitar que se “entrometa” en sus relaciones con otros vecinos como Bolivia, Paraguay, Ecuador y hasta Argentina. El venezolano ha manejado dos argumentos poderosos: los petrodólares que ha repartido urbi et orbi y ser una especie de delfín e interprete de Fidel. El primero de los argumentos, al bajar el precio del crudo, ha perdido fuerza; el mito, en cambio, seguirá vigente si Cuba sigue como víctima y tema central del continente.

Para Lula es claro. Para Obama quizás también sea claro, pero hacerlo no le es tan fácil. Levantar el embargo requiere una ley, pero además Obama debe cuidar cierto equilibrio y ser prudente cuando habla de borrar el pasado. No debe ignorar que Brasil “rasca para adentro”, que su decisión de tenerlo como “el interlocutor” para el hemisferio no es una novedad -es lo que sostenían Kissinger y Vernon Walters hace décadas- y que esa primacía brasileña es resistida por muchos países latinoamericanos. Tampoco puede creer Obama que gobiernos que han hecho del “antiimperialismo” y el anti EEUU, su razón de ser van a cambiar. Por último, no debe arriesgarse a perder el apoyo de los que no tienen esa visión y de los que hasta ayer han sido los amigos.

Es un tema complejo en el que lo único que parece indiscutible es que mantener a Cuba como víctima solo favorece a los Castro y a sus socios y candidatos a herederos.

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