En la reciente Cumbre de Trinidad y Tobago hubo una oveja negra: el presidente de Costa Rica, Óscar Arias. Mientras casi todos sus colegas desfilaban para quejarse de los países ricos, Arias lanzó un balde de agua fría al exclamar: la culpa de nuestra crisis no es de Estados Unidos sino de nosotros, los latinoamericanos.
Su discurso, lleno de referencias históricas, ha tenido un éxito inusitado y circula por internet, pero mucho me temo que solo dice falsedades. Los gobiernos norteamericanos nunca fueron el cuco… pero tampoco angelitos de la guarda.
Dice Arias: en 1950 México y Portugal eran pobres; hoy Portugal es un país desarrollado y México no.
Yo contesto: el atraso de ambos países se originó por la existencia de un aparato estatal gigantesco y enemigo de las libertades civiles. Pues bien, Portugal se deshizo de su régimen totalitario luego de un alzamiento popular en 1974 –y de sus posteriores avatares– que le devolvió la democracia. Hasta el último día, Estados Unidos intentó sostener a la dictadura.
Un poco antes, en 1968, el pueblo de México quiso hacer lo mismo. Miles de estudiantes se volcaron a las calles reclamando libertad. Pero el Gobierno del PRI sacó al ejército y en la plaza de Tlatelolco asesinó a centenares de chicos. Aun así, el Departamento de Estado le siguió brindando apoyo al PRI.
Dice Arias: en los años sesenta, los países del Este asiático liberalizaron sus económicas mientras que nosotros nos negamos; hoy los primeros son ricos y nosotros más pobres.
Respondo: es cierto, pero en los años sesenta y setenta el Departamento de Estado, lejos de promover en América Latina las libertades o el crecimiento económico, se dedicaba a organizar dictaduras. Solo en Argentina murieron 30.000 personas. En Ecuador, la dictadura súper estatista de los años sesenta disfrutó de una amistad norteamericana incondicional.
La buena noticia es que esto está cambiando. Los ecuatorianos lo vimos cuando se fue la embajadora Kristie Kenney, con su estilo mandón y autoritario, y la reemplazaron por Linda Jewel, de quien hasta Correa quedó encantado. Barak Obama escribió antes de llegar a la Presidencia (cito de memoria pero creo no traicionar el contenido de la frase): “nuestro país no ha utilizado su fuerza para hacer el bien”. Unos años antes Bill Clinton ya había admitido el genocidio de Vietnam y Jimmy Carter le arrebató el permiso a la CIA para organizar asesinatos en el extranjero.
Correa es incoherente en sus relaciones con Estados Unidos; pero también fueron incoherentes los gobiernos, no todos, que se alinearon incondicionalmente con una política exterior extranjera. No tenemos por qué ofender a Estados Unidos como hace Correa a cada instante; es nuestro socio y debe seguir siéndolo, lo que implica mantener las relaciones más cordiales posibles.
Pero en el fondo, como una vez dijo un norteamericano, los países no tienen amigos sino intereses, y sería ingenuo desconocerlo
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