Oh, Obama!

<--

Si no lo sabía, o si no lo creyó cuando se lo contaron, ahora tiene plena constancia de que es así.

En la Casa Blanca se pueden ostentar el grado y el uniforme de capitán, pero que el derrotero del barco lo deciden los dueños de la naviera.

De manera que un Presidente podrá decir por la televisión que la cárcel para “combatientes enemigos” instituida en la ilegal base naval de Guantánamo nunca debió existir, o recordar que durante su campaña prometió eliminarla, pero lo cierto es que los grandes intereses imperiales decidieron lo contrario…y punto.

De buenas a primeras, hasta los demócratas en el Congreso se opusieron al proyecto de su Presidente y le negaron los millones de dólares necesarios para cerrar el reclusorio y mover a los prisioneros a otros establecimientos carcelarios dentro de los Estados Unidos, o remitirlos al exterior.

Todo, a pesar de que el mandatario ha batallado por no divulgar nuevos casos de tortura en las prisiones norteamericanas relacionadas con la titulada guerra antiterrorista; eximió de responsabilidades por sus excesos a los interrogadores de la CIA; y hasta la Corte Suprema de Justicia coincidió con las intenciones del ocupante de la Oficina Oval en no realizar juicios a los altos ex funcionarios locales que ordenaron tan aberrantes prácticas.

Tampoco valió que aprobara la continuidad de los tribunales militares especiales creados por George W. Bush para juzgar a los “combatientes enemigos”.

De manera que la promesa electoral del hoy Jefe de la Casa Blanca parece condenada cuando menos al ostracismo, en medio de sus primeros días al frente de la nación.

Los miedos insuflados por los republicanos a la presencia en suelo norteamericano de prisioneros en la base naval de Guantánamo, y la sempiterna actitud dubitativa de los demócratas, parecen haber sido la combinación promotora de este fracaso presidencial, que a la vez le crea a la primera figura de la nación un estigma entre los grupos defensores de los derechos humanos que escucharon con aliento sus mensajes contrarios a las prácticas ilegales de su antecesor.

Pero ciertamente, para los círculos de poder los asuntos de ética ajena resultan temas sin importancia. Al fin y al cabo, es su concepción, el Presidente está ahí porque ellos lo aprobaron, y si no asume los moldes establecidos, o se va…o lo sacan.

About this publication