Estados Unidos se reinventa
Es muy probable que justo cuando el Senado esté revisando el expediente judicial de la jueza Sonia Sotomayor, como parte del proceso que debería culminar con su confirmación al Tribunal Supremo de la nación, esta misma Corte decida invalidar un fallo de la Corte de Apelaciones en el que Sotomayor participó junto con otros dos jueces.
No hay duda de que el desencuentro de interpretaciones judiciales provocará enconadas reacciones. Las habrá contra la jueza Sotomayor, pero la mayoría de ellas, creo, se harán exigiendo la revisión del principio de acción afirmativa que estructura la ley de los derechos civiles de 1964. No faltarán, por supuesto, quienes interpreten la discordancia como una señal de la división racial que sigue imperando en el país. Yo, por el contrario, veo en este debate alentadoras señales de enorme progreso y renovación. Desde mi perspectiva, el país avanza hacia la igualdad racial al tiempo que busca despojarse de la pesada carga de la historia de la manera más justa posible.
Nadie anticipa que el fallo del Tribunal incida en el proceso de confirmación de Sotomayor o que funcione como estrategia para descalificarla. Más aún, en un Tribunal Supremo como el actual, donde impera el activismo político en un amplio espectro que va de la derecha a la izquierda, no hay magistrado que pudiera esgrimir con honestidad el argumento de la pureza contra el activismo de una futura colega.
El caso en el que Sotomayor ha resultado implicada y que ha provocado la controversia sucedió en New Haven, cuando el departamento de bomberos convocó a un examen para elegir a un capitán y entre quienes pasaron la prueba no hubo ninguna persona de raza negra. Temeroso de que se le fuera a demandar por discriminación por la ausencia de candidatos negros, el concilio de la ciudad decidió no decidir. Es decir, pospuso la promoción.
La ley en cuestión dice que ningún empleado debe ser discriminado por su raza, género, religión u origen nacional. Pero también señala que un patrón puede ser demandado si de una promoción “resultan efectos dispares en términos raciales”. Es decir, si hay un marcado predominio de personas de una sola raza. La razón de esta aparente sinrazón es que en el pasado frecuentemente se hacían “pruebas” para contratar personal que nunca ninguna minoría pasaba.
Como era de esperarse, e indudablemente con la suficiente razón, los bomberos de raza blanca de New Haven que sí pasaron la prueba se inconformaron con la decisión de la ciudad y entablaron una demanda que el tribunal que ventiló el caso en primera instancia no pudo resolver. La demanda siguió su curso y llegó a la Corte de Apelaciones. Sotomayor y otros dos jueces rechazaron la apelación. La decisión final está ahora en manos de la Suprema Corte de Justicia de la nación.
De su fallo se espera que se desprenda un debate sobre la pertinencia actual de los principios de la acción afirmativa. La opinión de la ciudadanía refleja su ambivalencia respecto a cómo arribar a la igualdad sin perjudicar a nadie. Las encuestas del Pew Research Center, me dice su director asociado Carroll Doherty, muestran que “la opinión pública favorece hacer mayores esfuerzos para mejorar la situación de los negros aunque al mismo tiempo se opone a que se les dé un trato preferente”. Es decir, la inmensa mayoría de los estadounidenses apoya los fines pero les preocupan los medios para llegar a ellos. Para mí, el tema refleja los enormes avances logrados por Estados Unidos en el debate racial y la necesidad de cambiar de modelo.
En este sentido, pienso que el presidente Barack Obama tiene razón cuando argumenta que la mejor manera de arribar a una sociedad en la que el color de la piel no define el carácter de las personas es tratar la desigualdad no en términos de razas u origen nacional, sino en función de su circunstancia individual que tiene más que ver con nivel socioeconómico y su educación que con cuestiones raciales.
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