De Bush a Obama
El primer período presidencial de George W. Bush fue positivo y comenzó con la ventaja de que su antecesor en la Casa Blanca, Bill Clinton, había firmado en 1997 una reducción del impuesto a los dividendos. Lo mejor de eso no es que ahorra dinero a los ricos, sino que entonces los ricos invierten más, con lo cual se crean nuevos puestos de trabajo. El crecimiento del empleo en el sector privado beneficia a todos, mientras que el incremento del empleo gubernamental lo terminamos pagando todos con nuestros impuestos.
En el 2001, Bush firmó otra reducción del impuesto sobre la renta, que redujo la tasa más baja a 10 por ciento y la más alta de 39,6 a 35 por ciento, lo cual de inmediato se tradujo en más actividad económica, mayor creación de empleos y, para sorpresa de muchos, en un aumento de la recaudación total de impuestos. Lo muy negativo es que a partir del año 2003 se disparó el gasto gubernamental y, paralelamente, el déficit fiscal.
La gente sabe que si gasta más de lo que gana termina hundiéndose en la miseria, pero los políticos no gastan su propio dinero, sino el nuestro. Lamentablemente, el excesivo gasto gubernamental crea desconfianza en la moneda y en la economía, lo cual se traduce rápidamente en menos inversiones y mayor desempleo. La actual tasa de desempleo es de 9,4 por ciento, la más alta en Estados Unidos desde 1983.
Aunque su hermano Jeb Bush está casado con una mexicana, G. W. Bush no fue muy amistoso con América Latina. En junio del 2007, el entonces senador Obama (junto con el senador republicano Charles Grassley) intentó simplificar las regulaciones en la contratación de trabajadores extranjeros, pero el gobierno de Bush se opuso, a la vez que limitaba los permisos a trabajadores extranjeros y no avanzó nada en regularizar la estadía de unos 20 millones de extranjeros indocumentados.
La apertura del presidente Obama hacia el resto del mundo comienza positivamente: acaba de hacer un amistoso viaje a Oriente Medio. Y su secretaria de Estado, Hillary Clinton, publicó recientemente una columna muy difundida en América Latina que mostraba un nuevo acercamiento hacia el resto del continente, que no se escuchaba desde el 2002, cuando Otto Reich (nacido en Cuba y a quien tuve el gusto de conocer cuando fue embajador en Venezuela) ocupó durante 11 meses el cargo de subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental.
Sí cuestiono una frase de la señora Clinton: “El comercio libre y justo, unido a una mayor inclusión, nos beneficia a todos”. Libre y justo es una redundancia. Libre significa que es “justo”. Lo que resulta injusto es cuando los gobiernos intervienen para impedir el libre intercambio entre personas y empresas de diferentes países, para así conceder privilegios y protección a ciertas y determinadas industrias o sindicatos con influencias en el gobierno.
Del déficit presupuestario del primer año del presidente Obama mejor no hablamos para no llorar.
* Director de la agencia Aipe
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Carlos Ball
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