Irak ha recobrado el control militar de sus ciudades, al menos formalmente, con la retirada a bases rurales de las tropas de combate estadounidenses. Es, seis años después, el comienzo del final de la ocupación americana del país árabe, previsto el 2011 en el pacto bilateral de seguridad firmado por Bagdad y Washington. El primer ministro iraquí ha otorgado una importancia política crucial al repliegue, que presenta como un heroico rechazo de los ocupantes extranjeros, y, acentuando el folclor, lo compara con las rebeliones de las tribus iraquíes en 1920 contra los británicos. Nuri al Maliki no ocuparía el cargo sin el beneplácito estadounidense y su protección, pero, en línea con un registro común al nacionalismo árabe, sabe vender a los suyos el acontecimiento.
Washington ha tenido buen cuidado de no ensombrecer la fecha, pese a que la retirada urbana de sus 130.000 soldados es básicamente un paso simbólico. Muchas de las tropas replegadas lo son a bases próximas a las ciudades, desde donde podrían intervenir a petición de Bagdad si la seguridad se deteriora. En los últimos días se han producido algunos de los ataques terroristas más sangrientos en mucho tiempo, en Kirkuk, el martes, y Bagdad. Si se trata de estertores previos al repliegue americano o, por el contrario, de un reverdecer terrorista, se verá muy pronto. En cualquier caso, el grado de violencia en Irak durante los próximos meses tendrá mucho que ver con la disposición de árabes y kurdos, de chiíes y suníes, para encauzar civilizadamente arraigados antagonismos que les han mantenido en el umbral de la guerra civil.
La seguridad ha mejorado sustancialmente en Irak con respecto a los años de pesadilla del 2006 y 2007, en buena medida por el cambio de estrategia de las tropas ocupantes. Pero la situación política dista de haberse asentado. Los partidos iraquíes siguen divididos, la tensión entre Bagdad y los kurdos aumenta y se mantienen enormes discrepancias sobre el marco electoral. En las elecciones parlamentarias de comienzos del año próximo van a ser puestos a prueba tanto Maliki, primer beneficiario del repliegue,
como la precaria estabilidad democrática de su país. El hecho de que el palabrero primer ministro otorgue públicamente a sus Fuerzas Armadas la capacidad de repeler cualquier amenaza, le deja poco margen de maniobra si la situación empeora con la retirada estadounidense tras las bambalinas.
*Editorial,
de El País de Madrid,
para La Razón.
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