Michael’s Humanity

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Su metamorfosis abrió un debate en EEUU sobre la identidad racial y sobre el significado de “renegar” de la raza

Era emblemático de la época contemporánea y concentraba todas sus paradojas. Fue el primero que hizo un evento mediático de la compasión occidental hacia las víctimas de una hambruna en África, que mediatizó una causa humanitaria e hizo de ella un fenómeno global vehiculado por el mundo del entretenimiento (diferencia fundamental con, por sólo poner un ejemplo entre tantos, el concierto de Bangladesh, más sofisticado, más intelectual y menos masivo).

Si de alguna manera globalizó la simpatía hacia la acción humanitaria con “We are the World” también era un sujeto que inspiraba compasión, que conmovía por su propia humanidad desfigurada y por los dramas de todo tipo que lo afectaron.

Se compadecía de las víctimas de guerras y desastres mientras que al mismo tiempo, era víctima de lo que lo rodeaba, un medio inescrupuloso e inhumano, triturador de vidas, del cual no es la primera víctima ni será la última.

Era negro y se había blanqueado. ¿Tratamiento de blanqueamiento o enfermedad? Poco importa. Lo cierto es que al verlo bailando su canción “They don’t care about us” con la multitudinaria banda Olodum en las calles de Salvador de Bahía, en un video producido por Spike Lee, queda claro que siempre reivindicó la negritud (sea cual sea el significado que se le quiera dar), así él se haya blanqueado.

Los homenajes en el teatro de Harlem en Nueva York en donde empezó su carrera muestran que, a pesar del blanqueamiento, en el fondo siempre fue considerado como un afroamericano.

Su metamorfosis abrió un debate en los Estados Unidos sobre la identidad racial y sobre el significado de “renegar” de la raza: ¿se puede ser negro y a la vez querer ser como Elizabeth Taylor? Tampoco hay respuesta definitiva porque lo interesante es que mostró, en estos tiempos de búsquedas de rasgos identitarios únicos, de esencias raciales últimas y puras, que se puede ser negro teniendo la piel blanca y con una fabricada nariz perfilada.

Que se es negro cuando sus pares lo reconocen como tales, como lo señalara Jamie Foxx cuando le hace un homenaje “a ese hombre negro”, en una especie de acto de consagración póstuma de la condición racial del fallecido.

Más paradojas: era multimillonario pero estaba quebrado: ganaba 7,5 millones de dólares mensuales y gastaba 8 y estaba completamente endeudado. Podía ser a la vez un símbolo de masculinidad (pensemos en el video de “Bad” producido por Scorsese) y al mismo tiempo se maquillaba, era andrógino y extravagantemente afeminado.

Podía ser un símbolo de performance física, del ideal último del cuerpo llevado a sus extremos de perfección en movimientos, en rapidez, en plasticidad y a la vez concentrar todos los males que tal tarea necesariamente conlleva: el dolor, el sufrimiento, la insatisfacción que generan los limites biológicos y anatómicos de su humanidad.

Y su grandeza bailando nos brinda la imagen emblemática de su mejor paradoja, el Moonwalk, ese paso que crea la ilusión de que se está avanzando cuando en realidad se está retrocediendo. Gran metáfora del momento político en que vivimos.

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