En su página “El Espejo”, el periodista escribe que “la práctica golpista tiene carácter endémico en América Latina y cuenta con un poderoso motor: la política norteamericana”.
I
Años atrás los golpes de Estado se daban contra gobiernos que pretendían tímidas reformas democráticas. Reformas agrarias y fiscales para ampliar el derecho de propiedad sobre la tierra y garantizar la justa distribución de la riqueza. No se proponían ir más allá. Pero las oligarquías locales y los intereses de los EEUU frustraron a sangre y fuego esos procesos.
Algunos presidentes como Villarroel, Goulart, Velasco Ibarra, Arbenz, Medina Angarita, Gallegos no eran comunistas ni planteaban cambios profundos, tan sólo mejorar las condiciones de vida del pueblo. Pero limitar ganancias obscenas, distribuir tierras en manos de terratenientes, ampliar los beneficios de la educación y la salud, era un inaceptable desafío para los poderes fácticos que dominaban la región.
II
La práctica golpista tiene carácter endémico en América Latina y cuenta con un poderoso motor: la política norteamericana. La doctrina de la Seguridad Nacional, el TIAR, las bases militares, el entrenamiento de oficiales en la Escuela de las Américas, son mecanismos que la sustentan. Y si antes los golpes se daban contra cualquier intento por democratizar las instituciones, con el correr del tiempo -y a medida que los pueblos tomaban conciencia de su derechosla acción desestabilizadora adoptó nuevas formas. Ya no es sólo el pronunciamiento militar. Es la combinación de diversos factores: poderosos grupos económicos, políticos del sistema, sectores sociales adscritos al pensamiento ultraconservador, oligarquías locales celosas de sus privilegios, medios de comunicación cartelizados, asesoramiento norteamericano pentagonista, a través de embajadas, misiones militares y entrenamiento de unidades elites. En el sangriento golpe contra Allende en Chile, el protagonismo criminal de la Fuerza Armada encarnó una alianza de clase tutelada por la administración republicana de los EEUU. De igual modo, los gobiernos de Uruguay, Argentina, Brasil, Bolivia, tuvieron un claro signo ideológico en las décadas represivas más terribles que haya conocido Latinoamérica. Se trató de una política orgánica, estructurada en sus aspectos básicos, ejecutada de forma implacable en lo económico, lo militar, lo comunicacional y en las relaciones internacionales.
III
Respecto a Venezuela se ensayó -comenzando el siglo XXI- un nuevo formato de golpe más elaborado, debido a la importancia de la nación con la mayor reserva petrolera del mundo y ubicación geopolítica excepcional. Una combinación de elementos psicológicos, movilizaciones de calle; lo mediático como propulsor de la desestabilización, y la ruptura de la unidad del mando militar, conformaba el plan. El producto fue el 11 de abril de 2002, que desalojò por unas horas a Hugo Chávez de la presidencia. Pero el formato tuvo fallas. La más importante, la carencia de pueblo y la falta de previsión acerca de la composición de la Fuerza Armada. El efecto del golpe fue esencialmente virtual. Confundió al principio, pero luego vino la reacción cívico-militar que dio al traste con el precario gobierno usurpador. Todo cuanto se conoció con posterioridad sobre el 11-A, confirma la participación en la aventura de poderosos grupos económicos y mediáticos, la voraz oligarquía venezolana, oficiales traidores, la Iglesia católica y, particularmente, gobiernos como el de Bush y de Aznar. La actitud del embajador americano en Caracas, Charles Shapiro y de la Misión Militar, se confirmó. La prueba documental reposa en dependencias del Departamento de Estado, el Pentagono, la CIA, y en archivos venezolanos.
IV
El formato aplicado en Venezuela hace siete años se repitió el domingo 28 de junio en Honduras. Participaron en la nueva aventura contra el orden constitucional y el mandato de un presidente legítimo, oligarcas hondureños, empresarios, políticos mafiosos, la costra de los corruptos, terratenientes, y explotadores maquileros. La confabulación de poderes que se dio en este golpe confirma la pudrición imperante en la política del país centroamericano: jueces venales y parlamentarios coimeros. En lo que se refiere a la Fuerza Armada hay que recordar que se trata de una de las más penetradas por el establecimiento militar norteamericano. La Fuerza de Tarea Conjunta Bravo de la Base Soto Cano, ubicada en Palmerola, funciona como un subcomando del Comando Sur de USA. No es, por tanto, una Base cualquiera. Fue montada para combatir la insurgencia en la región y reprimir al movimiento popular con los recursos más sofisticados en materia de comunicación y operatividad.
John Negroponte, designado embajador por Bush, diseñó las funciones específicas de Palmerola. Desde allí esparció terror y garantizó el control de la región. Por eso resulta absurdo imaginar que el golpe militar del 28 de junio contra el presidente Zelaya no fuera detectado en Palmerola. Entre los hondureños siempre se comentó que desde esa Base captan hasta el vuelo de una mosca.
V
El 11 de abril de 2002 hubo en Venezuela un pulso que ganó el movimiento revolucionario y garantizó el desarrollo político y social de los últimos siete años. En Honduras se da un nuevo pulso. De lo que en definitiva suceda en esa nación dependerá si avanza el proceso de cambio que tanto necesita la región o hay retroceso. Por eso que la oposición venezolana apuesta a la victoria y consolidación de los golpistas hondureños. La ilusión se apodera de ella. Cree que puede darle marcha atrás a la historia.
Leave a Reply
You must be logged in to post a comment.