America’s New Aggressive Objectives in Colombia

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El gobierno del presidente norteamericano Barack Obama comienza a tambalear ante la actividad agresiva de la derecha bipartidista de los Estados Unidos. Estando en Rusia el nuevo presidente norteamericano se pronunció duramente contra el Golpe militar y de Estado cometido por la ultraderecha y fuerzas militares de Honduras contra su gobierno legítimo.

El Presidente Barack Obama mostró que había una real nueva política en Estados Unidos contra las agresiones de ultraderecha imperialista de ese país, asociada a grupos de la misma naturaleza en los países de nueva democracia de América Latina que están actuando en Venezuela y otras naciones para propiciar nuevos golpes de Estado como el fracasado en Venezuela y sacar adelante el golpe militar de Honduras.

Sin embargo, la agencia Reuters de noticias informa desde Washington (El Espectador, julio 21. 09) que “por primera vez desde que se posesionara, Barack Obama está perdiendo credibilidad frente a sus electores. Así nos reveló una encuesta del Washington Post que asegura que ha descendido en un 8 % por las dudas que ha levantado su proyecto bandera: La aplicación de la Seguridad Social”.

Para mí mismo, hay actualmente un desconcierto manifiesto sobre el mayor vigor de la ultraderecha imperialista norteamericana en algunas medidas del nuevo gobierno demócrata. Los ejecutores gringos de esa políticas pertenecen a los funcionarios que trabajaron cumpliendo órdenes del presidente George Bush, que cayó en una política guerrerista y de agresiones contra otras naciones del Medio Oriente, África y América Latina. Lo cierto es que después de los anuncios en Rusia del presidente Obama contra el Golpe de Estado en Honduras, la política norteamericana ha cambiado profundamente. Me atrevo a expresar una hipótesis que sería tenebrosa e implicaría un retroceso de decenas de años y en los esfuerzos por practicar políticas respetuosas del Derecho Internacional y los derechos de los Estados y naciones libres, latinoamericanas y del Caribe, que han practicado sistemáticamente varios gobiernos norteamericanos. Hay que tener en cuenta que el llamado Plan Colombia organizado por el presidente demócrata Bill Clinton con el gobierno del presidente conservador colombiano Andrés Pastrana, estableció un mecanismo de ayuda económica militar y de guerra a los gobiernos colombianos para la lucha contra los grupos guerrilleros que operan en Colombia desde hace muchos años, acosada por bandas paramilitares de la ultraderecha nacional, responsables, también, de buena parte de los dos millones de colombianos muertos en esta violencia que ya lleva más de 60 años de estar encima de la vida y la paz de los colombianos. Con la llegada del apoyo militar y financiero del presidente norteamericano George Bush, se intensificó la guerra interna, más aún la violencia política y retardataria.

Aquí es donde yo pienso, bajo mi estricta responsabilidad personal, que la nueva Secretaria de Estado, la esposa del ex presidente Bill Clinton, presiona al interior del gobierno actual norteamericano de Obama, para rescatar la totalidad del poder y la influencia norteamericana en los problemas internos de Colombia y América Latina.

Precisamente en estos exactos momentos, desde el jueves 16 del presente mes de julio comenzaron a salir a grandes titulares sobre esta materia informaciones del aumento del poder de Estados Unidos en Colombia. El diario, antes liberal, y ahora propiedad de una empresa periodística de la ultraderecha española, El Tiempo de Bogotá, informó que personal militar y aeronaves (de guerra y de paz, obviamente) de Estados Unidos usarán para sus fines militares y de espionaje al menos tres bases militares colombianas, para suplir la pérdida gringa, de la base de Manta, en Ecuador. Estados Unidos utilizará las bases colombianas de Palanquero, cercana a Bogotá, parte de todo el sistema de defensa del centro de Colombia y de Bogotá, Malambo, estará en el departamento del Atlántico en la costa colombiana del mar Caribe, y la base de Apiay, se construirá y fortalecerá en el Departamento del Meta, en donde comienza el territorio colombiano limítrofe con Venezuela y Brasil en las extensiones de los llamados llanos Orientales. Informa el periódico El Tiempo que según las informaciones gubernamentales del Ministerio de Defensa, que la cantidad autorizada de personal, ya vigente, es de 800 militares y 600 “contratistas civiles” que es como llaman los dos gobiernos a los miembros de las organizaciones paramilitares del mundo que existen y funciona en Estados Unidos y otras grandes potencias, como personal auxiliar de guerra. Por eso todos son reservistas y se mantienen en entrenamientos militares. La cuestión es tan monstruosa que el propio gobierno de Uribe Vélez aclaró que habrá “medidas específicas para que, respetando la inmunidad prevista en este tipo de acuerdos, se haga seguimiento a los procesos eventuales a que haya lugar por violación de la ley colombiana”.

El gobierno de Uribe Vélez y los partidos y medios de comunicación, que le son adeptos, tratan de que esta monstruosidad sea aprobada sin mucho debate en el Congreso de Colombia, o como una simple prórroga de los convenios anteriores.

A su vez, en la edición del 18 de julio de El Tiempo, en la página 1-5 aparecen declaraciones del embajador norteamericano en Colombia William Brownfield, confirmando “que otras de las bases que utilizarían las tropas de su país sería la de bahía Málaga, en el Pacífico”. Agregó el gringo “que, en todo caso, el acceso a esa base ya existe” en la actualidad y que, incluso, frecuentemente se ve allí un buque guardacostas de Estados Unidos”.

Es decir, Colombia ya, ocultándose al país y a nuestro pueblo ya tiene bases militares gringas en la costa colombiana del Océano Pacífico, sin que nunca se le hubiere informado de este hecho a nuestro pueblo.

Sé los riesgos de denunciar estas conductas antinacionales que colocan a Colombia, sin que el país mismo ni sus instituciones lo sepan bajo el control militar de bases militares norteamericanas.

Tengo que repetir una frase del gran poeta colombiano Eduardo Carranza, cuando terminó de explicar a Pablo Neruda en Bogotá la situación real de nuestro país y terminó nuestro ilustre poeta su intervención de aquellos tiempos con la siguiente frase: “Pablo, esa es Colombia”

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