Edited by Patricia Simoni
Proofread by Robin Silberman
Se puede aprender mucho viendo la televisión. Pero hay que escoger el canal correcto. Las audiencias de confirmación de Sonia Sotomayor para la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos han sido una maravillosa lección sobre cómo salir adelante en tiempos difíciles. Y estos son tiempos muy difíciles.
Pocos saben que esta mujer de origen puertorriqueño, que rápidamente se ha convertido en una de las latinas más importantes de la historia, perdió a su padre a los 9 años de edad. Eso la pudo condenar al fracaso y a la pobreza. Sin embargo, ella no dejó que eso la definiera.
Sonia Sotomayor tuvo tres cosas a su favor: sabía lo que quería, luchó por eso con una inigualable fuerza de voluntad y tuvo el gran apoyo de una familia inteligente.
La lección es que si Sonia pudo, María del Bronx también puede.
Al igual que Sotomayor, Barack Obama tuvo éxito a pesar de haber visto a su padre sólo una vez en la vida. Otros jóvenes justifican sus errores por la ausencia de una figura paterna. Obama no.
Hace poco, en la Casa Blanca, me tocó escuchar un discurso en el que Obama habló de la importancia de romper los ciclos negativos. Su padre, dijo, no estuvo presente en su vida, pero él se comprometió a estar siempre presente en la vida de sus hijas. A pesar de ser el padre más ocupado del planeta, Obama trata de asistir a las actividades escolares y a los juegos de fútbol de Sasha y Malia. La lección es que si Obama pudo, Juan del este de Los Ángeles también puede.
El líder del senado norteamericano, Harry Reid, me contó en una entrevista que su madre lavaba ropa ajena para que su familia pudiera sobrevivir. La casa de Reid, en una zona rural de Nevada, no tenía plomería ni agua caliente. A pesar de unos inicios muy humildes, salió adelante y hoy toma decisiones que afectan la vida de millones de personas. La lección es que si Reid pudo, Alejandro de Pilsen también puede.
No quisiera pensar que los ejemplos de superación de Sotomayor, Obama y Reid sean un fenómeno típicamente norteamericano. Aunque tengo que reconocer que estas historias -de gente que crece sin recursos y que culmina en puestos de poder e influencia- suelen darse con mayor frecuencia en EUA que en otros países. Es parte de un sistema que premia el esfuerzo, sin importar origen, género, raza o religión. Es el mérito por encima del dinero o los contactos familiares.
En Estados Unidos parece haber una relación directa entre esfuerzo y resultados. A más esfuerzo, mejores resultados. En América Latina, sin embargo, me ha tocado ver demasiados ejemplos de gente que trabaja muchísimo y que muere pobre. Pero aún ahí, hay montones de casos de éxito frente a circunstancias muy difíciles.
Me siento más a gusto entrevistando a políticos que a cantantes. No es mi mundo. Pero en los últimos dos años, debido a un nuevo programa de televisión, he hablado con muchos artistas y hay un par de cosas básicas e importantes que he aprendido de ellos y sobre el éxito.
Si algo tienen en común Alejandro Sanz, Paulina Rubio, Raphael, Facundo Cabral, Ricardo Arjona, Daddy Yankee o Plácido Domingo es que se dedican a lo que más le gusta hacer.
Ojo. Éxito aquí no significa, necesariamente, ser multimillonario, tener avión privado y salir en Internet. La definición más simple de éxito es vivir de lo que más te gusta hacer. La fórmula del éxito profesional parece estar en dedicarse a lo que más te gusta hacer y, luego, en tratar de ser el mejor en lo que haces, aportando algo nuevo y único.
La lección es que si Alejandro, Paulina, Raphael, Facundo, Ricardo, Raymond y Plácido pudieron, Arturo de Ponce, Patricia de Barranquilla, Roberto de Michoacán, Felipe de San Salvador, Raúl de Caracas, Rodolfo de Guayaquil y Pedro de San Pedro Sula también pueden.
Sé que suena a campaña de publicidad. O, peor aún, a anuncio político pagado. Pero tras escuchar a Sonia Sotomayor en el senado, no puedo olvidar las palabras que pronunciaba la líder agrícola Dolores Huerta y que luego hiciera famosas César Chávez: sí se puede.
Cuando vemos a Sonia Sotomayor es difícil imaginarse que alguna vez fue una frágil niña, confundida y dolida tras la muerte de su padre.
Ella creció en el Bronx neoyorquino en una época en que la comunidad puertorriqueña enfrentaba muchos prejuicios étnicos y cuyos miembros vivían, en su mayoría, en la pobreza. Uno de cada tres latinos no terminaba, ni siquiera, la escuela primaria o high school. Pero ella estudió leyes en las prestigiosas universidades de Princeton y Yale.
Sonia Sotomayor pudo haber tenido una vida marcada por la oscuridad y el silencio. Hoy, en cambio, su voz se oye en todo el país y su vida es un luminoso ejemplo de que querer es poder. Si Sonia pudo…
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