Philanthropic Rhetoric

<--

Según la revista Forbes , de los 793 magnates con un patrimonio superior a los $1.000 millones, once se consideran supergenerosos. El primer lugar lo ocupa Bill Gates, quien ha donado $28. 000 millones en sus 53 años de vida. El ejemplo de Gates ha estimulado a otros multimillonarios. La paternidad de la tradición filantrópica en EE. UU. se atribuye a Andrew Carnegie y a David Rockefeller.

En segundo lugar está George Soros, de origen húngaro, que ha donado $7.200 millones, seguido del fundador de Intel, Gordon Moore, con $6.800 millones, y Warren Buffet, amigo de Gates, con $6.700 millones. La lista continúa. Los multimillonarios latinoamericanos, quizá por humildad y porque la mano izquierda no debe saber lo que hace la derecha, no participan de esta tradición. No faltan, por supuesto, las excepciones. Tampoco figuran, por razones obvias, los grandes magnates de la política, como Hugo Chávez o Daniel Ortega. ¿Cuál será la fortuna personal y familiar de Chávez, y de sus allegados, quien maneja la riqueza petrolera sin control alguno y reparte petrodólares a diestro y siniestro? Aquí la imaginación sustituye con creces a la razón, lo cual explica el miedo cerval a dejar el poder y a soportar una investigación: un simple ejercicio de suma y resta.

Estos filántropos, según la ideología en boga de los vagabundos profesionales y de los revolucionarios de cafetín, encarnan el neoliberalismo y el capitalismo salvaje, y hacen mal en donar parte de sus bienes, pues esta actitud promueve el reformismo, no desarraiga la pobreza e impide la gran revolución. Así, los retóricos y patriotas de la justicia social, políticos, académicos y profesionales, se lavan la conciencia por su reconocida locuacidad y su estreñimiento social.

En esta materia el desprendimiento es la medida. El óbolo de la viuda(y no el óvulo, como escribió alguien) de que habla el Evangelio cuenta más que la publicidad altanera del exhibicionista. Pero, en todo caso, la solidaridad comienza por la responsabilidad social en el pago justo y puntual de los impuestos, de las pensiones y del salario de los empleados. Este es el principio. Aquí la falla nacional es escandalosa en un doble sentido: la evasión y la ausencia de solidaridad (¿cuántos profesionales brindan servicios gratuitos a los pobres? ¿Cuántas organizaciones filantrópicas hay en Costa Rica? ¿Cuántos “socialistas” hacen lo que predican?)

¿Cuáles son las obras y los testimonios vivientes de solidaridad entre los retóricos de la pobreza y de la justicia social? ¿Cómo obtuvieron algunos su actual modus vivendi? El negocio de los buenos sentimientos suele ser muy rentable. Basta ver y oír.

About this publication