The Sad Truth About Peace Bases

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El tema de los militares estadounidenses destinados a siete bases ubicadas en Colombia no debiera ser sorpresa para el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, siempre y cuando haya tenido a sus embajadores trabajando en lo que debían cuando se encontraban en Washington. Pero muy probablemente ninguno es de carrera diplomática ni cursó Estudios Estratégicos, porque no han demostrado tener ni idea de que existen, ya que lo ocurrido con la presencia de efectivos militares estadounidenses en las siete bases colombianas para dar soporte y apoyo logístico contra el narcotráfico, es consecuencia de una ley promulgada por el Congreso de los EEUU a finales del milenio pasado, la cual hace referencia precisamente a este interés, entre otros asuntos de la geopolítica común entre Bogotá y Washington.

Pero don Francisco Arias Cárdenas, más proclive al show que inclinado al estudio sistemático de la geopolítica, ignora que lo acaecido con la presencia militar norteamericana en Colombia no es nuevo y se encuentra dentro de los objetivos estratégicos del país del norte, a quienes repetidamente llama imperialistas sin saber por qué o ‘con qué se come eso’, y por lo tanto ignora que se trata de una maniobra de corte estratégico, cuyo origen es la Ley S1758 presentada por los senadores estadounidenses Mike DeWine, Grassley y Coverdell el 20 de octubre de 1999, ante la sesión 106 del Comité de Relaciones Exteriores del Congreso de los EE.UU. Como dice la norma que lo implementó, se diseñó como un plan piloto para probar y ejercitar los pilares básicos de la geoestrategia de predominio que implementa Estados Unidos sobre el continente latinoamericano y contempla:

1. Establecer el control militar en el sur del país para erradicar los cultivos de droga. Destruir las instalaciones de procesamiento y mejorar la interceptación de narcóticos en las vías terrestres aéreas, marítimas y fluviales.

2. Fortalecimiento del sistema judicial, la capacitación de cuerpos técnicos de investigación, la reforma del sistema carcelario, el apoyo a los grupos anticorrupción que investigan a los funcionarios públicos y la aplicación de leyes sobre extradición.

3. Neutralizar las finanzas de los narcotraficantes tanto en Colombia como en el exterior, y fortalecer los esfuerzos anti-contrabando con un programa agresivo de decomiso de activos, y congelamiento de cuentas.

4. Combatir a los “aliados” de los narcoterroristas. Primero, con el refuerzo de las medidas en contra del secuestro, la extorsión y el terrorismo; y, segundo, con el bloqueo a la adquisición de armas de los grupos que se benefician del narcotráfico.

5. La integración de las iniciativas y las operaciones nacionales a los esfuerzos regionales e internacionales para combatir el narcotráfico. Esto incluye compartir información y datos de inteligencia con agencias de seguridad de otros países.

6. Por último, el fortalecimiento y la implementación de planes de desarrollo genuinos para ofrecer oportunidades de educación, empleo y servicios sociales en las regiones afectadas por las actividades ilícitas, para que nunca más colaboren ni con el terrorismo ni caigan en la delincuencia.

Este fue el escenario que se montó desde los Estados Unidos de Norteamérica a partir de 1999 ¿No lo sabía don Francisco? ¿Qué hizo mientras estuvo en Washington y cómo ha sido su desempeño profesional en calidad de Vicecanciller de la República? Venir ahora con el ‘sketch’ de las ‘bases de paz’, no sólo desnuda su desconocimiento de la profesión de Embajador; también lo expone en el triste papel de marioneta al cual lo somete El Innombrable desde Miraflores, para hacerle pagar públicamente y con creces la ‘felonía revolucionaria’ de su pasada intentona de acceder a la Presidencia de la República por la vía electoral, enfrentando al Supremo Comandante… ¡Con todo y gallina!

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