Crisis of Expectations

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Crisis de expectativas

Mañana es un día decisivo para el futuro de la presidencia de Barack Obama en Washington. El mandatario estadounidense expondrá en el Congreso los detalles de su reforma del sistema de salud en un intento desesperado por rescatarla del hundimiento. Esta iniciativa doméstica refleja como ninguna el accidentado camino que llevó al ex senador de una histórica elección en noviembre pasado a un drástico desplome en las encuestas. En sus primeros siete meses de gobierno, la desaprobación de su gestión se disparó de 19,3 a 42,2 por ciento.

La Casa Blanca está sufriendo una crisis de las grandes expectativas con las que la ‘revolución Obama’ llegó al poder en enero. La administración del primer afroestadounidense en la presidencia se estrenó con una ambiciosa agenda de reformas que afectaban desde la política exterior y la economía hasta la salud, pasando por el cambio climático, la energía y el sistema financiero. Estos paquetes constituyen la promesa de cambio con la que había ganado las elecciones del 2008.

Sin embargo, errores de comunicación, estrategias políticas fallidas y confusión en la selección de prioridades han ido debilitando la enorme popularidad y la esperanza que encarnó. Desde la discusión de la primera iniciativa -el plan de salvamento económico-, la Casa Blanca dejó en manos de los congresistas, ex colegas del mandatario y con una imagen negativa del 60 por ciento, una buena parte de los detalles de sus políticas más relevantes. Que el Congreso proyecte la imagen de controlar la agenda ha sido un duro golpe para la percepción de Obama como un líder ajeno a la política tradicional y como promotor de la transparencia.

En política exterior también hay desilusiones. La nueva administración fue elegida con la idea de romper con los errores de su antecesor, George W. Bush, quien dejó dos complicados frentes de batalla: Irak y Afganistán. No obstante, en vez de retirarse de ambos conflictos heredados, ha escogido la guerra contra los talibanes como un asunto para finiquitar. El problema está en que la situación militar en el último territorio va de mal en peor, y en los próximos meses Washington tendrá que decidir el envío de más contingentes de soldados. No sería de extrañar que muy pronto el rechazo contra la presencia militar norteamericana en Kabul adquiera los ribetes de las protestas contra la guerra en Irak, que debilitaron al gobierno Bush.

En política doméstica, la reforma de la salud ha sufrido también los mismos defectos: capturada por los congresistas, poco transparente y sin claridad sobre dónde radica el cambio. Obama y su equipo político -que obtuvieron renombre mundial por ganar una campaña presidencial con todos los factores en contra- han sido incapaces de explicar a los estadounidenses sus proyectos más importantes. En cuestión de semanas, la iniciativa ha pasado de ser el paquete legislativo que simbolizaría una nueva era progresista en Estados Unidos a convertirse en un reto que le devolvería la iniciativa al Gobierno.

El desacertado manejo de la reforma de la salud no solo ha generado ansiedad en los ciudadanos -quienes ignoran los detalles del proyecto de ley de más de mil páginas-, sino también ha revitalizado a una oposición conservadora, que se encontraba perdida y sin banderas. Estas ‘primiparadas’ de la Administración han venido consolidando una peligrosa imagen del mandatario como un líder joven e inexperto, que malinterpretó su popularidad como un ambicioso mandato de transformación. Sin embargo, su gestión apenas comienza y sería prematuro afirmar que el proyecto demócrata ya perdió su rumbo. Pero lo cierto es que tanto la luna de miel como el embrujo mediático del carismático presidente Obama son ya parte del pasado.

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