Obama Treats Zapatero as a Good Friend

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Obama trata a Zapatero como a un amigo especial

EL ENCUENTRO entre Obama y Zapatero en la Casa Blanca formaliza el fin de un desencuentro que duró cinco años entre Washington y Madrid. Zapatero recupera así la normalidad al restablecer la tradicional buena relación con Estados Unidos: la que él mismo había dinamitado con sus equivocados desplantes a George W. Bush.

La reunión de ambos presidentes no deparó ninguna sorpresa. Sabedores ambos de que ayer lo principal era la imagen, seguramente afrontaron el encuentro más como el arranque y punto de partida para futuros acuerdos que como una entrevista para cerrar compromisos. De hecho, llama la atención que no se concretaran formalmente asuntos que ya parecían maduros -como el del número de presos de Guantánamo que acogerá nuestro país- y que otros se abordaran sólo de forma general.

Obama distinguió a Zapatero con un trato muy especial; más que como presidente, como jefe de Estado. Le alojó en Blair House, la residencia situada frente a la Casa Blanca en la que los presidentes de Estados Unidos reciben a sus invitados principales. El complejo tiene un gran significado para cualquier líder europeo, ya que, acabada la Segunda Guerra Mundial, en él se diseñó el Plan Marshall. Además, Zapatero se entrevistó previamente con la líder demócrata Nancy Pelosi, presidenta del Congreso.

El encuentro entre Obama y Zapatero fue más largo de lo anunciado. Almorzaron y después comparecieron juntos en rueda de prensa, haciendo visible su buena relación. El presidente español sale así muy fortalecido de cara a su viaje a Oriente Próximo que inicia hoy mismo en Siria, en el que tratará de impulsar una nueva Conferencia de Paz en Madrid.

Zapatero ya había llegado a la Casa Blanca robustecido en tanto que próximo presidente de la UE -puesto que ocupará a partir del 1 de enero- y por ello tuvo ocasión de plantearle a Obama no sólo asuntos bilaterales y de cooperación internacional, sino también de relaciones entre Estados Unidos y Europa. Sin embargo, fueron la crisis económica y la guerra contra los talibán en Afganistán los asuntos que capitalizaron la reunión.

Zapatero pidió «un nuevo gran ciclo de inversiones de Estados Unidos en España», cuando mejore la situación mundial, que favorezca la creación de empresas y de empleo, pero se aplazó cualquier decisión sobre posibles contratos de empresas españolas en trenes de Alta Velocidad o en energías renovables en suelo norteamericano. Lo relevante, en realidad, era confirmar que nos hallamos ante una nueva era de «colaboración fortalecida», como expresaron ambos.

Por su parte, Obama agradeció el compromiso y el apoyo de España a la misión que lleva a cabo en Afganistán, en un momento difícil para Estados Unidos como es el actual, en el que se está replanteando la estrategia militar.

Por lo demás, Obama y Zapatero pusieron de manifiesto su buena sintonía personal, lo cual es positivo para España. Atrás quedan los fríos y secos saludos con Bush. Es fácil adelantar que a partir de ahora el diálogo y la colaboración se incrementarán entre ambos países, lo cual sólo puede reportar beneficios a España, que necesita también del apoyo de Estados Unidos para lograr mayor peso y protagonismo en la escena internacional.

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