The U.S. President in China

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El Presidente De E.U. En La China La Visita De ‘Obamao’ En La Cita Con Hu Jintao Hay Algo Más De Fondo En Juego: La Hegemonía Global.

HONG KONG. Una de las tácticas que los republicanos usaron en la última campaña presidencial norteamericana fue inventarse el término ‘Obamao’ para sugerir que el entonces candidato demócrata tenía afinidad ideológica con Mao Tse-tung, el artífice de la revolución china. A pesar de ser ingeniosa, la maniobra no pegó porque los electores sabían que Barack Obama no tenía ideas comunistas ni pretendía implantar un régimen autoritario en su país.

Curiosamente, donde sí pegó lo de ‘Obamao’ fue en la misma China, en la cual, en ciudades como Beijing o Shanghái, hasta hace algunos días bastaba salir a caminar por cualquier zona comercial para encontrar camisetas con la efigie del presidente estadounidense vestido al estilo guardia rojo, cachucha verde y estrella roja incluidas.

Las camisetas de ‘Obamao’ se popularizaron tanto, que esta semana el gobierno chino resolvió censurarlas, por miedo a que la comparación le moleste al mandatario norteamericano cuando aterrice mañana en la capital china, en su primera e histórica visita al gigante asiático.

No creo que a Obama le incomoden las camisetas con su imagen, así transmitan una idea distorsionada. En últimas, lo que reflejan es la popularidad que tiene en el país anfitrión y el clima de luna de miel que se respira en el G-2.

La relación bilateral más importante del mundo pasa por un momento tan bueno, que Barack Obama y el presidente chino, Hu Jintao, ya se han encontrado cinco veces este año y han tenido incontables conversaciones telefónicas sobre temas cruciales no solo para sus países, sino para todos los demás: la crisis económica, el calentamiento global, el extremismo islámico, la proliferación de armas nucleares.

Parecería como si, a pesar de las diferencias en sus sistemas políticos y del lastre histórico que arrastra esa relación, ni China ni Estados Unidos se atrevieran a romper la atmósfera de cordialidad que con tanto esfuerzo lograron construir en los últimos veinte años.

El conflicto entre los dos países, sin embargo, parece inevitable y no solo por los temas en los que hay eterno desacuerdo, como la autonomía del Tíbet y la soberanía de Taiwán, sino porque hay algo mucho más de fondo que está en juego: la hegemonía global.

George Bush se olvidó de Japón, manejó mal el problema de Corea del Norte e ignoró a Indonesia, que es el país musulmán más populoso del mundo. Obama vino a Asia a recuperar ese terreno perdido por un antecesor que, en su obsesión por el terrorismo, descuidó su papel de liderazgo en la porción del planeta en donde vive el sesenta por ciento de la población mundial.

El presidente norteamericano quiere ahora, además de cambiar la percepción de que sus únicas prioridades son los conflictos en Irak, Afganistán y el Medio Oriente, convencer a los asiáticos de que su país sigue siendo el líder indiscutible del Pacífico. El mensaje no explícito es que China es una estrella naciente, pero está lejos de ser una potencia mundial.

En la agenda de las reuniones entre Obama y Hu estarán la economía mundial, las disputas comerciales, la devaluación del yuan, el cambio climático e, incluso, los derechos humanos. Será una visita tan larga como la lista de los temas de los que hay que hablar, pero, aunque no lo digan, todos sabrán que el asunto central es otro.

Como bien nos enseñaron en el colegio, dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio al mismo tiempo, y la transición entre una era gobernada por Estados Unidos y sus intereses y otra dominada por China y su particular visión del mundo, difícilmente será amigable.

Ojalá que el presidente norteamericano disfrute su popularidad en China, porque no estoy segura de que le vaya a durar mucho.

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