China in Obama’s Eyes

Edited by Robin Silberman

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Washington ha optado por enfatizar la convergencia sobre la divergencia

Son diversos los factores que unen y separan a las dos grandes potencias del siglo XXI: Estados Unidos y China. Lo que las une salta a la vista y puede ser fácilmente enumerado. Un comercio bilateral anual de 285 millardos de dólares. El hecho de que Estados Unidos sea el primer mercado de exportación de China y este último el cuarto de Estados Unidos. La cooperación en temas de política exterior que abarcan desde la lucha contra el terrorismo hasta Corea del Norte. La adquisición masiva de bonos del tesoro norteamericano por Beijing, lo cual ha impedido una mayor caída en el valor del dólar a pesar del importante déficit en cuenta corriente de ese país.

Junto a los elementos de convergencia existen importantes elementos de divergencia: en primer lugar, las diferencias preceptivas. China, que hasta finales del siglo XVIII fue la nación más rica del mundo, se visualiza en el camino reencontrado de su antigua grandeza. Sintiendo superado un retroceso histórico temporal, China asume con confianza y asertividad su legado multimilenario. Estados Unidos, por el contrario, visualiza a China como reliquia de un pasado comunista ya superado.

En segundo lugar, las diferencias en los patrones de consumo y su proyección sobre el comercio bilateral. Mientras los norteamericanos ahorran poco y consumen mucho, los chinos hacen exactamente lo contrario. Dicha correlación se traduce por fuerza en un desbalance comercial estructural y de tendencia creciente, en el que Estados Unidos llevará siempre las de perder. Aunque es necesario agregar que el consumo en China ha venido aumentando bajo el impulso del plan quinquenal en vigencia.

En tercer lugar, la competencia por el acceso a materias primas, con particular referencia a hidrocarburos y minerales. El consumo chino de aluminio, cobre, níquel y hierro pasó del 7 por ciento del total global en 1990 a 15 por ciento en el 2000. Para el 2005 dicho porcentaje aumentó al 20 por ciento y se estima que se doblará cuando esta década llegue a su fin. El caso del petróleo habla por sí sólo. En 2004 China fue responsable del 31 por ciento de crecimiento en la demanda global de petróleo. De acuerdo a las proyecciones del Departamento de Energía y de la Administración de Información Energética de Estados Unidos (2004), tanto Estados Unidos como China importarán alrededor del 70% de su consumo petrolero para el 2025.

En cuarto lugar, la capacidad de ambos países de afectar áreas geopolíticamente sensibles del otro. El dominio militar estadounidense en Asia de Este es tan incómodo para China, como lo es la penetración política de Washington en su esfera natural de influencia. A la inversa, sin embargo, la creciente penetración económica y comercial china en América Latina hace sonar campanadas de alerta en Washington, con llamados a la aplicación de la Doctrina Monroe.

Sin embargo, Obama ha optado por enfatizar la convergencia por sobre la divergencia. Según el especialista español en China, Xulio Ríos: “La actual política de Washington en relación a China parece haber abandonado cualquier atisbo de abierta confrontación y se caracteriza por un inusitado empeño en empujarla a la cooperación”

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