Nobody will Tolerate Failure in Copenhagen

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LA ATENCIÓN mundial se centra hoy en Copenhague, donde comienza la Cumbre sobre el Cambio Climático más ambiciosa hasta la fecha. Un centenar de jefes de Estado y de Gobierno participa, con el objetivo de alcanzar un acuerdo para combatir el que, sin duda, es uno de los mayores desafíos para la Humanidad.

Sin embargo, la Cumbre arranca con el fuerte ruido de fondo que ha provocado el escándalo de los e-mails robados a uno de los principales centros de estudios del clima, el de la Universidad británica de East Anglia. Los correos electrónicos contienen conversaciones entre investigadores sobre cómo «manejar» los datos y usar «atajos» para que los resultados cuadren. El director del centro, Phil Jones, ha dimitido, y el responsable del panel de expertos de la ONU, Rajendra Pachauri, ha iniciado una investigación. Quienes niegan o son escépticos con el calentamiento global -que han bautizado al caso como Climategate- ya lo están aprovechando para reafirmar que el cambio climático es una gran mentira.

Lo cierto es que aún hay un gran debate sobre si existe o si es una invención o exageración de los científicos. La respuesta es que tenemos una ingente cantidad de estudios que avalan que es una realidad innegable. Es cierto que sigue habiendo lagunas de conocimiento sobre el sistema del clima, y en ellas se han fijado los críticos para poner en duda las conclusiones respaldadas por el grueso de la comunidad científica. Pero innumerables mediciones realizadas con todo rigor demuestran que se está acelerando anormalmente la temperatura media del Planeta, y que va unido al aumento de CO2 en la atmósfera. Aun así, el Panel Intergubernamental de la ONU para el cambio climático ha tenido la precaución de indicar, en su último informe, que la probabilidad de que lo que ocurre se deba a la acción humana es del 90%.

Y para buscar soluciones se ha convocado la Cumbre de Copenhague. Durante los meses previos, se ha tratado de diseñar un tratado vinculante de reducción de gases de efecto invernadero, que sustituya al vigente Protocolo de Kioto, que expira en 2012. Desde que, en 1997, 37 países lo firmaron, la preocupación mundial no ha dejado de crecer. Por ello, el objetivo ahora es mucho más ambicioso, y se pretende sumar a los grandes actores que se quedaron fuera entonces: EEUU y China, responsables del 50% de las emisiones de CO2. La llegada de Obama a la Casa Blanca ha sido decisiva. Sin embargo, en plena crisis, EEUU ya se ha desmarcado de la ambiciosa propuesta de reducciones impulsada por la ONU y la UE -establecida en un 30% para el 2020-.

El ahorro energético, la producción con renovables y el recurso a tecnologías que no emiten CO2, como la nuclear, son el abanico de soluciones que se manejan. Pero en Copenhague está todo por decidir. Quién tiene que reducir las emisiones y cuánto; quién asumirá los costes de ese esfuerzo; qué sanciones se impondrán al Estado que lo incumpla y qué organismo vigilará el proceso. El reto es tan enorme que, probablemente, la Cumbre acabará con una mera declaración política, muy lejos del objetivo de fijar un nuevo tratado. Y ello a pesar de que la presión de la opinión pública ha obligado a los líderes mundiales a tomarse el problema muy en serio, como demuestra el hecho de que Obama haya tenido que rectificar y anunciar que acudirá al último final de la Cumbre.

Sin duda, su presencia es fundamental para lograr un acuerdo, aunque sea de mínimos, que permita después seguir trabajando. Y, a la vez, seguir investigando el clima, para despejar hasta la última gota de escepticismo sobre el calentamiento global. EL MUNDO seguirá con atención y detalle todos esos aspectos, porque no se trata de creer o no creer, sino de saber o no saber.

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