Mrs. Clinton: Courting a Dissatisfied Electorate

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La Sra. Clinton no es una canciller cualquiera, a diferencia de Obama forma parte de la elite política tradicional con una posición muy relevante dentro del establecimiento de su partido. Posee estrechos vínculos con los grandes medios y el no despreciable respaldo nacional e internacional de su esposo Bill Clinton. Recientemente un articulista de la revista Time asoma que ella se dirige a ser “una memorable Secretaria de Estado”. Recordemos, además, que su candidatura parecía destinada a triunfar sobre Bush y fue derrotada por la insurgencia inesperada del fenómeno electoral Obama. Es difícil pensar que ella se imagine a sí misma tan solo como una alta “funcionaria” del gobierno de un hombre que surgiendo de la nada logró arrebatarle su aspiración, ser la primera mujer presidente en su poderosa nación. El seguimiento a los niveles de aprobación de la gestión Obama le alertan sobre la oportunidad que nuevamente tocaría su puerta. Si las cosas se le siguen enredando, Obama pudiera terminar siendo presidente por un solo periodo. Y allí estaría Hillary para recuperar, en la siguiente oportunidad, el poder para los demócratas. Sería necesario que fuese percibida como distinta por caciques del partido y financistas tradicionales, ajena al núcleo de “verdaderos creyentes” en la dirección y estilo de Obama.

La Clinton ha logrado cierto éxito en imponerle a su gobierno, sobre todo en relación con América Latina, una línea de acción diplomática cercana a su oferta electoral, superponiéndola y a veces sustituyendo aquella visión del presidente Obama que tantas esperanzas despertó en nuestra América. Es así como puede entenderse el regreso a la “diplomacia de cañoneras”, ese “aténganse a las consecuencias” con la cual madame Clinton amenazó a los gobiernos de Bolivia y Venezuela, 11/12/09, por sus “nexos” con Irán. La Sra. está galanteando a un electorado inconforme.

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