To Colombia via Afghanistan

<--

El tardío beneplácito del Senado al nombramiento de Arturo Valenzuela como Subsecretario de Estado de Asuntos Hemisféricos está acompañado de señales contradictorias sobre la dirección que en definitiva va a tomar la política estadounidense en la región y en particular frente a Colombia. Valenzuela ha simbolizado la expectativa de una era post-Bush, pero llega a una máquina en movimiento que ha aprovechado el vacío para mantener la doctrina neoconservadora de la guerra antiterrorista y de la militarización de la diplomacia, la cooperación y la lucha antidroga.

Obama anunció una Nueva Alianza, y en la Cumbre de las Américas y otros escenarios ha vuelto sobre la necesidad de fortalecer una relación fundada en la promoción de la democracia; Hilary Clinton habló del fin del enfoque de “guerra antiterrorista”, pero en los primeros meses de gobierno los hechos, los tozudos hechos, han sido dirigidos por la burocracia conservadora y la llamada Doctrina de Acción Integral. En la guerra antidroga se le ha dado mayor importancia a México y se fortalece la estrategia antinarcoterrorista que en Colombia toma forma en los llamados CCAI o Centros de Fusión. Se activan los planes de movilidad e inteligencia del Comando Sur con el esquema de neobases en Colombia y Panamá y las operaciones de la IV Flota. En Honduras fue definitiva la posición de la ultraderecha republicana.

Pero lo que percibimos en la delegación de ONG pacifistas que visitó Washington y Nueva York durante los primeros días de diciembre es que dentro de la administración Obama y de las instancias de poder sigue una dura confrontación entre los demócratas renovadores y los ‘neocons reencauchados’ de los que habla el Nobel Paul Krugman. Con respecto a la agenda con Latinoamérica, hay algunas oportunidades de replanteamiento o al menos de diálogo útil con la formación de la Comisión de Evaluación de la política antidroga por iniciativa de la Cámara. Esa Comisión refleja el avance de quienes consideran que la estrategia militar fracasó en este terreno y que debe pasarse a otra de signo social, preventivo y de acción policial frente al crimen organizado. La carta, encabezada por 34 congresistas y que pide reorientación del Plan Colombia y de la cooperación de Estados Unidos hacia Colombia, es otro punto a favor de la aún etérea Nueva Alianza prometida por Obama. Esta carta indica que hay presiones muy decididas para que el eje de la política internacional esté en el multilateralismo, el fortalecimiento de la democracia y los derechos humanos y en Colombia pase por el enfrentamiento al autoritarismo, incluidos ‘parapolítica’, reelección, desplazamiento, reencauche de paramilitares y falsos positivos.

Los congresistas demócratas y centros como el CIP, WOLA o LWG resumen de buena manera la agenda pendiente con la administración Obama y el señor Valenzuela recién confirmado: desmilitarizar las relaciones, poner en el centro la coordinación civil, replantear el Plan Colombia con énfasis social y replantear la estrategia de las neobases, darle toda la importancia al diálogo para la Nueva Alianza incluyendo la consulta con las comunidades y la sociedad civil. Mejor dicho, descartar la idea de llegar a Colombia por la ruta de Afganistán.

About this publication