La bioética es la aplicación de la ética a las ciencias de la vida. El debate de esta disciplina comenzó en los años 1970. Se dividía entre posturas conservadoras y liberales que conducían a la reflexión sobre la elección entre “buena ciencia” y “buena ética”. La razón estaba en la incidencia directa para el ser humano del desarrollo de la biomedicina y las biotecnologías, pero también para los conceptos y valores que antaño la sociedad consideraba como incontestables.
En la última década la bioética ha estado en el centro de un debate altamente politizado. Ahora resulta que la discusión no será más entre conservadores y liberales, sino entre los primeros y los ahora llamados “progresistas”.
¿Y quiénes son esos? Hablamos de científicos que rechazan las intervenciones ideológicas en la ciencia. En el caso específico de Estados Unidos, tener un Presidente progresista podría haber significado la integración de esta corriente a su administración, incluidos los bioeticistas. Se esperaba una postura neutral en el desarrollo de las políticas públicas por parte de Obama.
El Presidente dictó los lineamientos para los institutos nacionales de salud. El financiamiento federal será principalmente para el estudio de las células madre pluripotentes inducidas (conocidas como células iPS, por sus siglas en inglés). De esta forma no se tiene que desarrollar la clonación terapéutica. La diferencia es grande: las primeras se derivan por lo general de una célula somática adulta; la segunda utiliza células madre que provienen del embrión.
Este hecho ha permitido calificar al presidente Obama como “defensor” en el campo de investigación de las células madre. Su postura es clara, se trata de investigación con una visión ética. Lo que no se entiende con la misma claridad es el concepto de “nueva visión progresista” de la bioética.
La MIT Press (editorial universitaria afiliada al Massachusetts Institute of Technology) presentará a principios de este año un libro quizás más explicativo: Progress in Bioethics. Science, Policy, and Politics (J. Moreno y S. Berger, eds.). Se supone que esta obra clarificará el concepto de “bioética progresista” y sus aproximaciones en políticas públicas, biotecnologías y religión, entre otros.
¿Estaremos ante un cambio real de posturas o se trata sólo de un cambio de denominación? Los temas bioéticos definitivamente tienen un fuerte componente de valores. Cuando se trata de temas como el embrión, se incluye la investigación con éste. También la definición sobre la protección del ser humano y las cuestiones de tipo filosófico sobre el inicio de la vida. No sólo hablamos de consideraciones morales, hablamos de políticas públicas que conciernen a la filosofía del Estado y a sus valores.
Esta implicación de los poderes públicos está motivada porque se trata de cuestiones fundamentales. Primero por la importancia de la biomedicina para la salud y segundo por la evidente necesidad de no quedarse rezagados respecto a descubrimientos científicos y sus beneficios. Este desarrollo de la ciencia incide en lo social y en lo económico. Abrirá el camino a la definición del hombre y del futuro de la humanidad.
Nos queda estar atentos al desarrollo de las nuevas posturas a la luz de los avances científicos. Esto se representa en ciertos países como el caso de Israel, donde el Estado extendió la moratoria respecto a la investigación sobre clonación reproductiva. ¿Será esta una visión progresista? ¿O finalmente seguimos entre liberales y conservadores a la hora de hablar del significado de la vida?
Jessica De Alba
Profesora de la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad Anáhuac México Norte.
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