La tragedia haitiana y el mundo de Ortega
Oguer Reyes Guido*
END – 19:56 – 18/01/2010
Una vez más el presidente de Nicaragua ha salido a la palestra pública internacional al hacer gala de su falta de humanismo y su frialdad política al expresar, durante una reunión con el ministro de información de Siria, Mohsen Bilal, en Casa Presidencial, que Estados Unidos está instalando sus tropas de infantería en Haití aprovechando la tragedia que embarga a esta nación caribeña.
El presidente Ortega de esta forma está poniendo en evidencia su enfermiza obstinación en contra de lo que él y sus secuaces han dado en llamar la avanzada del Imperialismo Norteamericano en América Latina. Él ve conspiraciones por todos lados, enemigos internos y externos por todos los flancos. Sinceramente, esto ya es una grave patología psiquiátrica que está padeciendo el gobernante nicaragüense.
Este desafortunado discurso que ahora viene a dar, sin que nadie lo haya llamado a opinar sobre la tragedia de esta empobrecida nación, lo que hace es instrumentalizar mezquinamente con indignantes manipulaciones políticas el dantesco drama humano que se vive en Haití, en un momento en que la comunidad internacional se está solidarizando con el pueblo haitiano y redoblando esfuerzos para mitigar los devastadores efectos que ha tenido este terremoto. El discurso de Ortega, de corte netamente estalinista, no hace sino desprestigiar en grado supremo a la diplomacia nicaragüense. ¿Qué está buscando Ortega con esto? ¿Quedar bien con Hugo Chávez? Su actitud de bufón del presidente venezolano llena de consternación a la mayor parte de la ciudadanía nicaragüense que es muy solidaria con los hermanos haitianos y que entiende perfectamente las dimensiones de un drama de esta magnitud por haberlo vivido en carne propia.
Señor presidente, no es hora de estar politizando la situación. Es hora de unirse para ayudar. Si no va a ayudar debería guardar un silencio diplomático en vez de dar este bochornoso espectáculo.
Las naciones del mundo, ricas y pobres, han movilizado los mayores recursos que han podido; entre ellos los servicios militares especializados de rescate y auxilio para atender a las víctimas y a los afectados. La amplitud del desastre ha sobrepasado con creces la limitadísima capacidad operacional de las autoridades de Haití, razón por la cual países como Estados Unidos han movilizado buques militares equipados con hospitales para paliar el drama. El ejército mexicano, por ejemplo, también ha sido movilizado, al igual que muchos contingentes de otros cuerpos castrenses de toda la región. El Presidente Obama ha declarado que la tragedia en Haití es la prioridad para la Casa Blanca en este momento. A la par de ello se ha presentado ante el congreso la solicitud de un estatus de protección temporal para los ciudadanos haitianos residentes en Estados Unidos para que no sean deportados. El presidente Obama también ha solicitado la ayuda del expresidente Clinton y Bush para recolectar un máximo de fondos posibles para ponerlos a disposición de las víctimas de esta tragedia.
Hace falta tener las vísceras corroídas por la gangrena de un odio patológico que raya en la misantropía para no conmoverse ante tal tragedia y ser capaz de expresar semejante discurso. Según la (i)lógica el presidente Ortega, Estados Unidos que es el principal país que está aportando ayuda a los haitianos en estas terribles circunstancias debe retirar sus hospitales militares y las tropas que están altamente entrenadas en trabajo de rescate salvamento civil porque esto representa la invasión de la soberanía haitiana.
¿Espera, acaso, el presidente Ortega que las miles de víctimas que lo han perdido todo; incluso a sus familiares enterrados bajo los escombros que se presten a organizar plantones en las calles de Puerto Príncipe con pancartas que digan: “váyanse, váyanse yankees”?
Desde la humilde posición de un ciudadano común, le ruego al presidente Ortega que respete el dolor del pueblo de Haití y que deje la politiquería y la fanfarria populista para otro momento. El continente entero está conmovido por el drama haitiano, y por ello el presidente debería guardar por un momento sus fantasmas y delirios de persecución y ayudar a la situación aportando un respetuoso silencio diplomático.
*Especialista en Economía Gubernamental y Administración Financiera Pública
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