Obama Serving Coffee?

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Obama, ¿sirviendo café?

Por: Concepcion Badillo

Miercoles 13 de Enero 2010

Se suponía que la elección de Barack Obama como presidente era el inicio de una nueva etapa que dejaba atrás el racismo en los Estados Unidos. Su toma de posesión aquella fría mañana en enero, hace un año, parecía el fin de un capítulo en la historia de este país. Uno que incluyó segregación y esclavitud y cuando el destino de las personas era marcado por el color de su piel.

Eso, decían aquí, ya no existe. Con la llegada a la Casa Blanca del primer presidente de raza negra, se terminó. El hecho de que se había elegido a un político de raza minoritaria hizo sentir bien a casi todos, incluso a muchos que no votaron por él, pero que pensaban que Estados Unidos era, ¡ahora sí!, un país con un gran progreso social, un ejemplo para el resto del mundo de igualdad racial, oportunidad y justicia.

Después de todo, si bien más del 90 por ciento de la comunidad negra votó por él, Obama ganó la presidencia porque un significante número de blancos, hispanos y asiáticos también lo hizo, de modo que los viejos tiempos de división racial parecían cosa de ayer.

Pero el gusto pasó pronto, en un par de meses, mítines que se suponían políticos y de oposición al proyecto presidencial de reformar el sistema de salud se convirtieron en focos de tensión racista, con pancartas de mal gusto, mientras grupos sociales en internet llegaron a comparar ofensivamente a la primera dama con un gorila.

Extremistas de derecha iniciaron la campaña que supuestamente denuncia a Obama como impostor, porque dicen que en realidad no nació aquí, sino en Kenia, y que por lo tanto no califica para la Oficina Oval.

En un discurso ante legisladores, el congresista republicano de Carolina del Sur, Joe Wilson, le gritó “mentiroso” al presidente y se negó a pedir disculpas. Calentando el ambiente, el ex presidente Jimmy Carter declaró que el exabrupto no fue por oposición política, sino racial, “ya que en realidad muchos resienten el hecho de tener un mandatario afroamericano”.

Analistas se preguntan cómo es que este país en cosa de meses salió del racismo para enseguida regresar a él. El racismo, argumentan como descubriendo algo nuevo, domina no solo la vida diaria de los ciudadanos, sino la política en los más altos niveles.

Parecen lejanos los días en que una gran mayoría de estadunidenses de todos los colores y razas parecía fascinada con la extraordinaria historia de la vida de Obama, hijo de padre africano, madre blanca, educado en Hawai por los abuelos y graduado de las más exclusivas universidades del país.

El tema ha resurgido porque salió a la luz un libro escrito por dos reporteros de la revista Time y New York, de acuerdo con el cual supuestamente el líder del Senado y aliado político del presidente, Harry Reid, habría dicho durante la campaña que Obama tenía posibilidades de ganar porque no hablaba como “negro”. Mientras el ex presidente Bill Clinton se habría referido al ahora mandatario como alguien que “hace sólo unos años hubiera sido el que nos traía el café”.

Y mientras los demócratas, incluyendo al presidente, han tratado de bajarle el tono a la controversia, los republicanos han intentado sacarle jugo político al asunto, pidiendo inclusive que Reid, un hombre clave para la Casa Blanca, renuncie a su posición.

No se espera que eso suceda y seguramente el tema se olvidara en unos días, lo que sí ha quedado claro es que a pesar de que Obama se ha negado desde el principio a jugar la carta del racismo, éste no sólo lo seguirá siempre, sino que siempre será un tema sensitivo y espinoso que persiste en política y fuera de ella y que difícilmente se puede tratar en público.

Pero una cosa es racismo y otra oposición y desacuerdo político, y en Washington con frecuencia se interpretan en el mismo nivel. La elección de Obama fue un gran triunfo para él y para su país, y si el mandatario ha desilusionado a muchos y es mucho menos popular ahora que cuando llegó, no es por motivos de raza, sino de las altas expectativas que creó. Y no se puede decir que sus críticos y opositores sean todos racistas.

Obama quiere ser juzgado y pasar a la historia como presidente y no como el afroamericano que llegó a mandatario. En todo caso, de su éxito y desempeño dependerá en mucho si otras minorías le siguen los pasos, o sigue como dicen que dijo Clinton: “sirviendo el café”.

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