Edited by Laura Berlinsky-Schine
Obama: la reforma migratoria y el bajón en las encuestas
Nueva York. Son los días más difíciles que haya tenido un mandatario estadounidense en su primer año en la Casa Blanca. Por primera vez, Barack Obama baja del 50 por ciento en la opinión pública, según informa la cadena de televisión CBS. Obama apenas tiene un 46 por ciento de aprobación.
Los estadounidenses están furiosos con el presidente por la pérdida de empleos -el desempleo es del 10,2 por ciento; pero hay otro 17 por ciento de subempleados-, el gasto público, situación que viven las dos guerras en que están metidos los Estados Unidos; que la reforma del sistema de salud, aunque aprobada, todavía esté en veremos.
Y, sobre todo, la gran polémica contra la administración Obama es por el hecho de que los 700.000 millones de dólares de estímulo económico entregados a los grandes bancos no sólo esté reportando una pérdida de 120.000 millones, sino que los bancos no los hayan usado para estimular la economía y facilitar los préstamos para hacer hipotecas de las viviendas -que era lo que se buscaba-, sino que hayan sido usados para pagarles millonarias sumas a los propios banqueros.
Mientras tanto, la Casa Blanca lucha por una reforma que permita exigirles a los bancos muchas más regulaciones, con el fin de proteger el interés público, a lo cual la banca y el sistema financiero se oponen con creces.
La promesa de reforma migratoria
El 15 de diciembre del 2009, los congresistas demócratas por Nueva York Joseph Crowley, Nydia Velásquez y Anthony Weiner se reunieron con los miembros de la Bancada Hispana Congresional, la Bancada Asiática, la Bancada Americana del Pacífico, la Bancada Negra y la Bancada Congresional Progresista para acompañar al congresista demócrata Luis Gutiérrez, por Illinois, para presentar ante el público la Reforma Amplia de Inmigración para la Seguridad y la Prosperidad de América (CIR ASAP, por sus siglas en inglés) del 2009.
Aunque todavía la reforma no ha sido presentada ante el Congreso, ya cuenta con el apoyo de 90 miembros, según informó el congresista Gutiérrez en conferencia telefónica con los periodistas de Queens. El senador por Nueva York Charles Schumer se comprometió a presentar la reforma ante el Senado y dijo estar muy optimista.
Históricamente la inmigración le ha traído grandes beneficios a Estados Unidos, un país construido por inmigrantes. Pero hoy día hay una férrea oposición en contra de los inmigrantes indocumentados y todo lo que tenga que ver con ellos.
Yo no tengo que ir muy lejos para ver lo que está ocurriendo. En Hungtinton, el pueblo donde vivo, hay una verdadera batalla campal por los indocumentados. Este es un invierno particularmente frío, con temperaturas que han oscilado entre los menos 10 y menos 18 grados bajo cero.
En las afueras del pueblo vive una docena de indocumentados en tugurios hechos con palos, cartón y plástico. El reverendo Allan Ramírez, un pastor del condado, se compadeció de ellos el fin de semana cuando las autoridades destruyeron sus ranchos y les ordenaron evacuar la zona.
Ramírez les solicitó a los fieles ayudar a los indocumentados y llegó con comida, cobijas y ropa para ellos, en compañía de varias personas caritativas. Pero otras personas los insultaron y les dijeron que se fueran con los indocumentados.
En mi vecindario, la polémica es parecida y en mi casa se repite. En casa, mis familiares políticos estadounidenses de origen italiano y ruso están casados con personas llegadas de diez países -de Japón a Etiopia, pasando por Irlanda, Puerto Rico, México y Guatemala- quienes practican el budismo, el judaísmo, el catolicismo y el musulmán.
Por lo anterior, la tolerancia es la norma para seguir. Pero, ahora con crisis económica y la falta de empleos, todo ha cambiado y algunos de los jóvenes -hijos de inmigrantes- gritan que se vayan los indocumentados, que no los quieren ni ver. Es algo que nunca pensé escuchar de personas tan cercanas a mí y que tanto quiero.
Mucho me temo que Obama no sea capaz de sacar adelante la reforma migratoria. Ojalá me equivoque. Once millones de indocumentados bien merecen la oportunidad de vivir legalmente en tierras del Tío Sam.
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