The Business of Anti-imperialism

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El antiimperialismo norteamericano ha servido para todo, hasta para sentarse en él. No existe pobretón que no lance denuestos contra el imperialismo yanqui, ni pobre diablo que no reciba aplausos por hacerlo y que no le hurgue las barbas al Tío Sam. No hay intelectual zurdo que no se regodee con lo del imperialismo, que no llene su conferencia sólo mencionando los horrores que han hecho los gringos en Bolivia. Pero al conferencista le pagan ellos. Esto del antiimperialismo es un negocio fácil, lucrativo y sin riesgos mayores.

Es sin riesgos la diatriba porque Estados Unidos tiene tal poder que ni siquiera se molesta en espantar a quienes quieren meterle sus manos en la cara. Da la impresión del toro que espanta a las moscas con el rabo, sin dejar de pastar. Es innegable que el antiimperialismo reúne simpatizantes por doquier, que no existe un documento partidario ni un estatuto, donde no se alerte contra el peligro yanqui, sobre su codicia, sobre el saqueo, sobre las siniestras CIA y la DEA. Ahora, hasta de “negro” tratan al presidente Obama y lo hacen unos señores que no son precisamente arios.

EEUU tiene sus intereses como cualquier potencia mundial, pero no se puede decir que haya sido más duro que los coloniales ingleses, alemanes, españoles o franceses, y tampoco que sus últimos adversarios, los rusos. Desde luego que para los amantes de la democracia —en Bolivia ahora todos son fanáticamente demócratas—, EEUU debería ser ejemplo de respeto, tolerancia y cooperación. Eso siempre que no estén apuntando a Washington con una ojiva nuclear o volándole sus torres en Manhattan. Capones no son tampoco.

El flamante presidente Evo Morales, antes todavía de reasumir el mando en que se prorrogó, ya le hizo eco a Chávez acusando a EEUU de haber invadido Haití. Ordenó a su resignado Canciller que pidiera una reunión de las Naciones Unidas para censurar a los norteamericanos por haber enviado tropas de ocupación a Puerto Príncipe. La cosa era fregar al imperialismo. No importaba que EEUU hubiera puesto inmensos hospitales flotantes ni colectas de dinero ni que tendiera un puente aéreo para socorrer a los damnificados. Había que evitar su presencia en Haití, aunque el Gobierno haitiano los llamara a gritos presa de la peor impotencia. Había que hacer escándalo para que unos cuántos cretinos aplaudieran los cojones de S.E.

En la misma tónica anteayer S.E. cambió la cúpula militar y policial y sacó de los pelos, sin motivo, al imperialismo. S.E. tiene un odio a EEUU que no es ideológico, sino comercial, porque viene desde los tiempos de la erradicación forzosa de coca en el Chapare. Dice que sospecha que hay infidencia en la Policía, que mantiene “acuerdos secretos” con agentes gringos. ¿Tiene alguna prueba de lo que dice? ¿Es otra fantochada más? ¿Algún día le dirán los militares y policías que sospechan de él?

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