Obama Doesn’t Wantto Waste His Time

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Hay actos que son importantes por sus consecuencias y otros que trascienden por lo que representan. Si el presidente Obama finalmente suspende la tradicional Cumbre Unión Europea-Estados Unidos nos encontraremos ante el segundo de los casos. Su ausencia no tendrá efectos importantes en las relaciones entre los dos pilares del mundo democrático, pero dejará bien a las claras el limitado valor que el gobierno norteamericano da al papel de Europa en el Mundo. Hemos visto cómo la OTAN ha quedado relegada en la revisión de la estrategia en Afganistán. Ahora le toca a la Unión enfrentarse a la realidad de su limitado peso internacional.

El Tratado de Lisboa está vigente. Ya no hay excusas para que Europa no juegue el papel que sus gobernantes han venido demandando. Sin embargo, llegado el momento de la verdad, esos mismos mandatarios eligieron para los cargos de presidente y Alto Representante a políticos de escaso relieve, como garantía de que no estorbarían a las diplomacias nacionales de las grandes potencias. Si a este hecho sumamos el que la presidencia de turno haya recaído sobre un mandatario tan desprestigiado como Rodríguez Zapatero, tenemos que entender desde el Viejo Continente que el presidente norteamericano considere la Cumbre una pérdida de tiempo.

Los europeos, en un acto de fe, decidimos que Obama era más europeísta que Bush. No lo es. La realidad es que el presidente norteamericano representa a una generación que se siente mucho menos vinculada a Europa que sus predecesoras. Para esos americanos, republicanos o demócratas, somos una región en decadencia que, a la hora de la verdad, no cumple con sus obligaciones de aliado. Si hay algún tema importante a discutir ya lo tratarán con Francia, el Reino Unido o Alemania, países que, en mayor o menor medida, asumen responsabilidades internacionales.

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