Obama Warns Tehran

<--

Todos los indicios sugieren que toca a su fin el cortejo con el que Barack Obama pretendía modificar la actitud del régimen iraní hacia su programa nuclear. La contumacia de los hechos se ha encargado de arruinar los propósitos de distensión que el presidente estadounidense albergaba hacia Teherán, para romper, también en este escenario, con la línea ultramontana de su predecesor, George W. Bush.

Finalizado cumplidamente el plazo (finales de 2009) dado en otoño a Teherán por EE UU y sus aliados europeos para que renunciara definitivamente a seguir enriqueciendo uranio, Washington prepara ya nuevas sanciones contra Irán y acelera el despliegue de misiles defensivos en varios emiratos del Golfo y en aguas del Mediterráneo. Barcos estadounidenses con sistemas capaces de destruir los cohetes iraníes de medio alcance patrullan ya ininterrumpidamente esas zonas. El argumento principal de esta medida de presión, entrelineada en el reciente mensaje sobre el estado de la Unión, es proteger a los aliados estadounidenses del creciente desafío militar iraní. El subsidiario sería calmar la ansiedad de Israel.

El talante voluntarista de Obama no ha servido para cambiar un ápice la intransigencia del régimen islámico. En el año transcurrido desde el comienzo de su presidencia, como en los anteriores, y pese a sucesivas tandas de sanciones impuestas por la ONU, Teherán, con la colaboración de Moscú y Pekín, sus valedores en el Consejo de Seguridad, se ha limitado a ganar tiempo con suprema maestría, mientras continuaban sus ocultaciones y mentiras al organismo atómico internacional. Para que no quepa duda del endurecimiento de su política, Washington acaba de criticar abiertamente la condescendencia china hacia Irán el mismo día en que ha aprobado vender a Taiwan armas por 6.000 millones de dólares.

La profunda fractura política iraní tras las fraudulentas elecciones presidenciales de junio, cuyos brutales efectos represores llegan hasta las recientes ejecuciones, no ha hecho sino acrecentar la huida nuclear hacia adelante del régimen. Caída definitivamente su careta democrática, la debilitada teocracia se muestra más retadora que nunca, hasta el punto de que surgen en EE UU voces de peso sugiriendo una apuesta decidida de la Casa Blanca por el cambio de régimen en el país islámico. Sería una apuesta más que arriesgada a tenor del precedente iraquí.

About this publication