Our Wager on Obama

Edited by Harley Jackson

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Parecía imposible un desapego mayor que el de George W. Bush hacia lo que pasaba más allá de las fronteras de Estados Unidos, pero Barack Obama está empeñado en mostrar un mayor desinterés y en tiempo récord. En poco más de un año en el poder, el presidente destinado a enterrar el unilateralismo antipático y belicista de su antecesor republicano es una sombra de lo que era.

Tocado por un dificilísimo 2009, un año para olvidar, por culpa de la crisis financiera y la recesión económica, que ha empujado al desempleo a cientos de miles de estadunidenses, el remate ha sido la humillante derrota demócrata en uno de sus bastiones, Massachussets. Scott Brown, un republicano ex modelo y de corte populista se hizo con el escaño que dejó vacante en el Senado Ted Kennedy y acabó con la supermayoría de los demócratas (ese mágico 60 a 40) en la Cámara alta.

Esta derrota es aún más dolorosa, ya que pone en peligro toda la energía invertida hasta ahora por el presidente para sacar adelante uno de sus pilares de su gobierno, la reforma de salud, la misma por la que apostaba en cuerpo y alma el senador Kennedy, quien en una de sus últimas apariciones públicas agradeció a Obama el empeño que está poniendo en ofrecer cobertura sanitaria a todos los estadunidenses.

Pues bien, el senador Brown, como era de esperar, ya ha anunciado que votará en contra de esa reforma y la sola de idea de que se hunda el programa estrella de todo su mandato está agriando el carácter de Obama, ahora mucho más reservado y autista; mucho más volcado en los asuntos internos.

La consecuencia de todo esto la estamos viendo ya: se acabó la ilusión que se despertó en casi todo el mundo por la llegada de un joven político que prometía liderar la lucha contra el cambio climático, acabar con el casino financiero y sentar las bases para que no se repita una nueva crisis económica, cerrar de inmediato Guantánamo y propiciar una paz justa entre israelíes y árabes, que permita el nacimiento de un nuevo Estado palestino; que prometía también apagar la amenaza nuclear iraní sin recurrir a las armas, caminar junto con China en un nuevo orden mundial basado en la concordia y no en la desconfianza, o por lo que nos toca de cerca, en una nueva alianza con América Latina sin la menor duda de intervencionismo y coronada por el fin del embargo a Cuba.

Es la política interna la que va a dominar su mandato, al menos hasta las elecciones intermedias de noviembre de 2010. En este tiempo, Obama tiene una prioridad absoluta: revertir la destrucción de empleo en creación de puestos de trabajo. Lo demás tendrá que ser aplazado o reducido de tal manera que habrá perdido toda su esencia revolucionaria: empezando por la polémica reforma sanitaria y acabando por la reforma migratoria.

Los pobres hispanos que votaron en masa por Obama, con la esperanza, entre otras cosas, de que éste lo agradeciera con un impulso decisivo a la ansiada reforma integral que sacaría de la ilegalidad a millones de sus parientes, se encuentran ahora absolutamente ninguneados y con un presidente que pide más dinero para invertir en patrullaje fronterizo y en videos para cazar indocumentados.

América Latina también parece condenada a esperar mejores tiempos para ese ansiado reencuentro entre EU y sus vecinos del sur. Ya se veía venir cuando Obama dio la callada por respuesta a la petición inaudita y unánime de todos los mandatarios de la región para que hiciera un gesto hacia el pueblo cubano y levantara de una vez el maldito embargo que lo único que hace es perpetuar las carencias en la isla y echar más carbón en la hoguera castrista.

Por otro lado, sus viejos aliados europeos, que recibieron con particular euforia su triunfo, se encuentran ahora con que el inquilino de la Casa Blanca no tiene tiempo para la cumbre UE-EU de Madrid, alegando “problemas domésticos”, mientras que los chinos no salen de su estupor por el anuncio del presidente de vender más armas estratégicas a su “provincia rebelde” de Taiwán, o su empeño en recibir al Dalai Lama.

Queda, por tanto, que en estos nueve meses que quedan hasta las elecciones donde se renueva parcialmente el Congreso, Obama logre estabilizar la economía y recuperar la confianza perdida del electorado para que los republicanos no se hagan con el control de las dos cámaras; sólo así podremos recuperar el Obama por el que muchos apostamos, yo el primero.

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