“With a single, disastrous 5-to-4 ruling, the Supreme Court has thrust politics back to the robber-baron era of the 19th century.”
With these words, The New York Times described the consequences of the ruling that allows corporations and unions to finance political messages during election time in the United States. What does the ruling of Citizens United vs. Federal Election Commission state? Why talk about a reversal of 100 years in American democracy?
“Hillary: The Movie” is a 90-minute production that aired via video-on-demand television during the Democratic primaries in 2008. Shortly after its distribution, its airing was halted by the Federal Election Commission, since it violated the laws that prevented corporations from participating in politics during election periods. According to the Commission, the sole purpose of the documentary was “to inform the electorate that Senator Clinton is unfit for office, that the United States would be a dangerous place in a President Hillary Clinton world and that viewers should vote against her.” Indeed, the film is a collection of testimonies from conservative commentators tossing gems, such as Dick Morris’: “Hillary is the closest thing we have in America to a European socialist.”
Citizens United, the authors of the film, a nonprofit organization financed by large associations of corporations, such as the Chamber of Commerce, sued the Commission, and the case reached the Supreme Court. On Jan. 21, the Supreme Court ruled, overturning two previous rulings and granting corporations the same rights of expression as individuals. In the words of Justice Anthony M. Kennedy, “If the First Amendment has any force, it prohibits Congress from fining or jailing citizens, or associations of citizens, for simply engaging in political speech.”
The previous law, drafted in 2002 by the bipartisan duo, Senators McCain-Feingold, established prohibition of “electioneering communications” funded by corporations or unions 30 days before a presidential primary or 60 days before the presidential election.
Obama referred to the Court’s ruling as “a major victory for big oil, Wall Street banks, health insurance companies and the other powerful interests that marshal their power every day in Washington to drown out the voices of everyday Americans.”
The real consequences of this revolution in U.S. politics will soon be seen in November’s Congressional elections, and the corporations’ intentions are not timid. Thomas J. Donohue, president of the Chamber of Commerce, has announced that his organization is preparing for the “largest and most aggressive” campaign effort in the group’s 100 years. “As Americans choose a new House and new senators this fall, the Chamber will highlight lawmakers and candidates who support a pro-jobs agenda, and hold accountable those who don’t.”
Voters still have the last word. The question is: Can opinion be bought?
La revolución de los “barones-ladrones” en E.U.
“CON UNA SOLA Y DESASTROSA SENtencia 5 a 4, la Corte Suprema devolvió la política a la época de los barones-ladrones del siglo 19”.
Con estas palabras, el New York Times describió las consecuencias de la sentencia que les permite a las corporaciones y sindicatos financiar mensajes políticos durante los períodos electorales en Estados Unidos. ¿Qué dice la sentencia Ciudadanos Unidos vs. Comisión Electoral Federal? ¿Por qué se habla de un retroceso de 100 años en la democracia estadounidense?
Hillary: la película es una producción de 90 minutos que salió al aire a través de la televisión en demanda, durante las elecciones primarias del Partido Demócrata en 2008. Poco tiempo después su distribución fue frenada por la Comisión Electoral Federal, pues violaba las leyes que impedían a las corporaciones participar en política durante períodos electorales. Según la Comisión, la película “no es susceptible de otra interpretación que informar al electorado que la senadora Clinton no es apta para ocupar la presidencia... y que el electorado debe votar contra ella”. En efecto, la película es una recolección de testimonios de comentaristas conservadores que lanzan joyas como la de Dick Morris: “Hillary es lo más cercano que tenemos en América a una socialista europea”.
Ciudadanos Unidos, los autores de la película, una organización sin ánimo de lucro financiada por grandes asociaciones de corporaciones como la Cámara de Comercio, demandó a la Comisión y el caso llegó a la Corte Suprema. El 21 de enero pasado la Corte Suprema se pronunció, revocando dos sentencias anteriores y otorgándoles a las corporaciones los mismos derechos de expresión que a las personas naturales. En palabras del juez Anthony M. Kennedy, quien redactó la sentencia, “Si la primera enmienda [sobre libertad de expresión] tiene alguna fuerza, le prohíbe al Congreso multar o encarcelar a ciudadanos, o a asociaciones de ciudadanos, por simplemente involucrarse en el discurso político”.
La ley anterior, redactada por la dupleta bipartidista de senadores McCain-Feingold en 2002, establecía prohibiciones para emitir “comunicaciones electorales” financiadas por corporaciones o sindicatos 30 días antes de una primaria presidencial o 60 días antes de las elecciones presidenciales.
Obama se refirió a la sentencia de la Corte como “una gran victoria de las grandes petroleras, Wall Street, los bancos, las aseguradoras médicas y otros poderosos intereses que imponen su poder todos los días en Washington para ahogar las voces de los ciudadanos estadounidenses”.
Las consecuencias reales de esta revolución en la política gringa se verán pronto, en las elecciones del Congreso de noviembre. Y las intenciones de las corporaciones no son tímidas. Thomas J. Donohue, presidente de la Cámara de Comercio, ya anunció que su organización se prepara para el “más grande y más agresivo” esfuerzo de campaña en los 100 años que tiene la agremiación. “Cuando los estadounidenses escojan a legisladores del Senado y la Cámara este año”, declaró Donohue, “la Cámara de Comercio resaltará a los candidatos que apoyan una agenda de creación de empleos y denunciará a aquellos que no lo hacen”.
Los electores siguen teniendo la última palabra. La pregunta es: ¿Se puede comprar la opinión?
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[I]n the same area where these great beasts live, someone had the primitive and perverse idea to build a prison ... for immigrants in the United States without documentation.