José Miguel Insulza debe retirar su candidatura para dirigir la OEA durante otro período. No ha sido un buen funcionario. Los cinco años al frente de la institución están entre los peores de la historia. Se suponía que había sido electo para fortalecer el funcionamiento de la democracia de acuerdo con la Carta Democrática firmada en Lima por todos los Estados el 11 de septiembre de 2001, pero ha contribuido a su debilitamiento.
Talvez el pecado original de Insulza es que debe su cargo al apoyo de Hugo Chávez, lo que ni siquiera impidió que, en su momento, el venezolano lo calificara de “pendejo”. En todo caso, cuando Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega o Rafael Correa han violado las libertades de sus pueblos silenciando a la prensa o destruyendo la independencia de los otros poderes -el Judicial y el Legislativo-, Insulza ha mirado en otra dirección y ha justificado su inacción en la coartada de que se trataba de asuntos internos de esos países.
Poco antes de la elección de Insulza, en mayo de 2005, la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, cedió a las sugerencias y presiones de Ricardo Lagos, entonces presidente de Chile, amigo y compañero socialista de Insulza, quien la convenció de la idoneidad de este para el cargo y de sus convicciones democráticas.
Fue un error de Rice, probablemente provocado por la escasa importancia que desde siempre les han dado en Washington a los asuntos latinoamericanos.
¿Quién pudiera reemplazar a José Miguel Insulza al frente de la OEA?
Talvez es el momento de pensar en un ex canciller o ex presidente centroamericano, o en una figura prominente del Caribe, pero quien sea debe tener la entereza de responder a los principios consignados en los documentos fundacionales del organismo y en la Carta Democrática, aunque ello signifique el enfrentamiento con Chávez y con sus satélites. Lo que no resulta tolerable es que los enemigos de la democracia utilicen la OEA para fines contrarios a las razones que le dan forma y sentido a su existencia.
The Washington Post, en un artículo reciente sugería que algunos congresistas norteamericanos congelaran los pagos y subsidios a la OEA si la institución mantenía el rumbo que le había asignado Insulza. Esa no es una buena idea.
Es posible que Hugo Chávez llegue con sus petrodólares a comprar la institución a precio de saldo si Estados Unidos le deja el camino libre.
Sin embargo, de persistir la OEA en el camino actual, ciega y sorda ante las violaciones a las reglas democráticas y el clamor de las víctimas, talvez lo sensato es crear un organismo paralelo junto a las naciones dispuestas a defender las libertades y el Estado de derecho. Lo que no tiene sentido es mantener en Washington un costoso aparato que, lejos de servir a los pueblos de América, contribuye a perjudicarlos.
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