From “Client Number 9” to Ethical Guru

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Aquel famoso pronunciamiento de F. Scott Fitzgerald sobre la inexistencia de segundos actos en las vidas de los estadounidenses ha quedado una vez más en entredicho con la saga de Eliot Spitzer, el gobernador de Nueva York obligado a dimitir en marzo de 2008 tras salir a la luz su intensa afición al sexo de pago. Ya que en la era post-Clinton, todo político defenestrado disfruta por lo menos de la posibilidad de encaramarse de nuevo a la vida pública americana.

Sin problemas de dinero por la fortuna inmobiliaria de su familia, y con la suerte de haber evitado un proceso federal por sus actividades extracurriculares, Spitzer viene dedicando su tiempo libre desde su forzada salida del gobierno estatal de Nueva York a reinventarse. De ser conocido como el infame «cliente número 9» de una red de prostitución de lujo donde trabajaba la inolvidable Ashley Alexandra Dupré, el malogrado político del Partido Demócrata se ha convertido en un curioso especialista en ética y tertuliano de moralidad. Sin problemas para opinar sobre la honestidad de Wall Street o definir lo que es el amor.

En el City College

Como parte de ese fascinante proceso de transformación, Eliot Spitzer empezó por conseguir una plaza de docente universitario en el City College de Nueva York, la misma institución a la que su multimillonario padre donó 25 millones de dólares. En ese campus, el profesor Spitzer imparte un curso semestral sobre «Derecho y Política Pública». La abultada bibliografía que deben manejar sus alumnos abarca desde Karl Marx a John Stuart Mill.

En este esfuerzo de rehabilitación nixoniano, Spitzer también se ha convertido en un asiduo contertulio de televisión, sin problemas para aparecer en programas de humor o hacer sus incursiones como columnista de internet. Su tema favorito, como antiguo «sheriff» de Wall Street, son los abusos cometidos por la industria financiera de Estados Unidos que han provocado la mayor crisis económica desde la Gran Depresión. El pasado noviembre incluso fue invitado a hablar en su «alma mater», la Universidad de Harvard, por un centro dedicado al estudio de cuestiones éticas en la vida pública.

Durante sus intervenciones, con un difícil equilibrio entre moral pública y privada, el ex gobernador incluso suena a veces como un candidato presidencial: «No hemos reformado el sistema financiero. Todavía tenemos un sistema basado en instituciones demasiado grandes como para quebrar, instituciones que han recibido billones de dólares del contribuyente y que no han invertido dinero de vuelta en el sistema con el fin de crear puestos de trabajo para el futuro».

Sobre su vida familiar, Spitzer dice haber aprendido «un nuevo sentido del afecto» gracias a sus tres hijas y su santa esposa. Además de la valiosa lección de que «cuando uno sabe que algo es estúpido, es mejor no hacerlo».

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