NATO Behind the Trigger

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El secretario de Defensa norteamericano, Robert Gates, ha denunciado esta semana que los aliados de la OTAN no invierten en su defensa porque han asumido una mentalidad pacifista donde las amenazas no se quieren percibir y donde, por tanto, los medios para anularlas siempre son considerados estrambóticos o peligrosos.

Y tiene razón: los europeos no gastan en defensa y, salvo notables excepciones, ni se les pasa por la cabeza tener que combatir. No hay más que ver los continuos intentos del actual gobierno por maquillar de rosa la situación de nuestras tropas en Afganistán.

Robert Gates representa un grave problema para la Alianza, pues si los norteamericanos post-Bush no ven utilidad alguna en la OTAN, la organización está abocada a la inanición y la progresiva marginalidad. Pero la OTAN también tiene otro grave problema, ya que entre sus ciudadanos, una gran mayoría no saben para qué sirve la organización toda vez que la Guerra Fría es cosa del pasado.

Con todo hay que reconocer el gran aguante de la opinión pública: los muertos y heridos en Afganistán van camino de los dos mil y los cincuenta mil respectivamente, pero se aceptan con resignación. Igual que las bajas civiles. Es sorprendente, por ejemplo, que en la última semana las tropas de la OTAN hayan matado a casi medio centenar de civiles inocentes, incluidos una docena de niños, y nadie proteste por ello.

Y es que, al final, el verdadero problema estratégico de la OTAN es que sigue sin querer adaptarse a lo que, de momento, es la guerra en el Siglo XXI. Una guerra sucia, confusa, amorfa, donde nada es lo que parece, civiles que son combatientes y combatientes que se escudan en niños, mujeres, hospitales y lugares de culto. Una guerra sin códigos y donde no hay cabida para el honor del guerrero. Guste o no.

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