La secretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton tuvo un paso fugaz por Buenos Aires, como escala de su gira a Uruguay y Chile, destinos previstos en la agenda fijada. Esto permitió un encuentro con la presidenta Cristina Kirchner y un diálogo del que surgió el pedido de que los EE.UU. intercedan ante Gran Bretaña por Malvinas.
Con los días, la idea de una mediación de Washington entre Londres y Buenos Aires que suponga un cambio en la política actual del Departamento de Estado en la materia quedó descartada. Se trata de gestos de buena voluntad que acompañan políticas de carácter permanente.
Lograr cambios en estas políticas dependen precisamente de la constancia y consistencia con la que un Estado lleva adelante su política exterior y su relación estratégica con los países que más pesan, en función de sus propios intereses.
En tal sentido, no es mucho lo que el Gobierno puede mostrar respecto de la atención que merece nuestro país por parte de los EE.UU. Es claro que la Administración Obama ha tenido más continuidades que novedades en el modo de encarar los vínculos con la región y mantuvo, de tal modo, las mismas preferencias y críticas hacia los gobiernos y países del área.
Los gestos hacia la región indican que la Argentina no ocupa un lugar de relevancia en la agenda de Washington y no es esperable que ello vaya a modificarse con el tipo de intervenciones como la que tuvo la Presidente Kirchner al opinar sobre su par norteamericano.
No es mucho lo que el Gobierno puede mostrar respecto de la atención que merece nuestro país por parte de los Estados Unidos. Argentina no ocupa un papel relevante en la agenda.
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