Politicians and Sex

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Barack Obama llegó a la presidencia prometiendo cambio y una manera diferente de hacer política. Hasta ahora nada ha cambiado y mucho menos los escándalos, sobre todo los sexuales y de corrupción, y la manera en que afectan la vida de este país.

Y en las últimas semanas no sólo es el mal estado de la economía y la batalla por la reforma de salud lo que amenaza el éxito y la popularidad del presidente, sino precisamente los escándalos entre miembros prominentes de su partido.

Tan sólo en Nueva York en lo que va de marzo los medios han estado repletos del lío en el que está envuelto el gobernador David Paterson, quien intervino para que no se hiciera justicia en un caso de violencia doméstica donde el golpeador era su achichincle favorito.

Paterson, quien abandonó ya sus planes de reelección y se espera renuncie en los próximos días, está también siendo investigado por exigir boletos gratis para la Serie Mundial de Beisbol.

Y qué decir del legendario congresista Charles Rangel, que ahora se sabe, gustoso aceptaba viajes pagados al Caribe y está bajo investigación por corrupción; mientras otro congresista, Eric Massa, fue acusado por uno de sus asistentes varones de perseguirlo sexualmente.

Massa respondió a las acusaciones con la suya propia, afirmando en rueda de prensa que es víctima de sus colegas demócratas por no apoyar el proyecto de salud y que en el pasado fue amenazado por el mismo Rahn Emanuel, el asesor principal de Obama, “quien estaba totalmente desnudo y no se preocupó ni por ponerse una toalla alrededor”, cuando ambos coincidieron en las regaderas del gimnasio en el Capitolio.

Todo esto, dicen los analistas, aunado a los escándalos recientes de otros prominentes demócratas, han puesto al gobierno de Obama a la defensiva justo en momentos en que tienen enfrente las elecciones del Congreso y cuando los votantes están desilusionados, desesperados o furiosos por las promesas incumplidas del presidente.

De hecho, la palabra político se ha convertido en sinónimo de cinismo, abuso y burla.

Y los republicanos están sacándole provecho a la situación, lanzando críticas y ataques iguales a los que ellos recibieron de los demócratas hace cuatro años.

Y es que los escándalos entre políticos, principalmente los sexuales, son parte de la vida de este país. Sin importar la afiliación partidista, la ciudadanía presta una gran atención cada vez que surge la noticia de un funcionario público envuelto en alguna situación que tenga que ver con bajarse los pantalones.

En la última década se ha visto a infinidad de políticos de ambos partidos que sucumben a la tentación, con graves repercusiones legales y públicas, hasta el grado que los escándalos sexuales le han costado a los republicanos el control del Congreso y a los demócratas casi una presidencia.

Porque nadie puede negar que el mayor de ellos ha sido el que tuvo como escenario a la misma oficina Oval, cuando el entonces presidente Bill Clinton se involucró con Mónica Lewinsky y sus adversarios se le echaron encima, no por sus relaciones sexuales, sino por mentir sobre el sexo.

En 1987, en uno de los primeros casos en la historia en que la prensa estadunidenses exhibió un escándalo sexual arruinando una carrera, el senador por Colorado, Gary Hart, que contendía con enormes posibilidades por la presidencia, fue descubierto cuando pasaba un fin de semana abordo de un yate con la modelo Donna Rice.

Más recientemente el ahora ex gobernador de Nueva York, Eliot Spitzer, y el senador David Vitter, ambos promotores de la buena moral y los valores familiares, fueron encontrados con prostitutas. Y qué decir del gobernador Mark Sanford, de Carolina del Norte, quien desapareció misteriosamente dejando atrás no sólo el puesto, sino a su esposa y cuatro hijos, y fue encontrado en Argentina visitando a una amante.

Un caso favorito es el del senador por Idaho Larry Craig, que fue arrestado en un baño del aeropuerto de Minneapolis por solicitar sexo a otro hombre.

Sin embargo, no son los políticos los únicos que son infieles aquí. Las últimas estadísticas afirman que al menos uno de cada cinco estadunidenses lo es.

De hecho, no sólo los políticos poderosos como Franklin D. Roosevelt, Warren Harding, Dwight Eisenhower y John F. Kennedy encontraron placer en otra cama, sino que se estima que la mitad de los hombres casados en este país tarde o temprano tienen sexo extramarital. Eso, en la vida política actual, los descalifica para funcionarios públicos aún cuando no tiene nada que ver con gobernar.

Con la mitad de la población descalificada y exigiendo vidas ejemplares y perfectas, cada vez será mas difícil que encuentren seres humanos que quieran y puedan ser electos.

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