La reforma sanitaria sancionada por la Cámara de Representantes de EE UU con un apurado resultado constituye un triunfo histórico para el presidente Barack Obama, que se había jugado su futuro político a realizar lo que seis antecesores suyos, desde Roosevelt hasta Bill Clinton, no habían alcanzado. A pesar de que paradójicamente su popularidad se verá erosionada y su propio partido ha terminado dividido, gracias a la nueva legislación más de 32 millones de ciudadanos empezarán a recibir cobertura sanitaria y dejarán atrás un estado de desamparo tan injustificado como dañino para la cohesión social del país. La reforma corregirá la regulación del sector privado de la salud, que beneficiaba a las compañías de seguros, más ocupadas en rechazar peticiones de asistencia y litigar en contra de sus asegurados que en garantizar la calidad de las prestaciones. Se trata de una victoria en segunda vuelta, ya que en enero la sorprendente elección del congresista republicano Scott Brown en Massachusetts estuvo a punto de desbaratar los planes del equipo de Obama. Sin embargo, el presidente asimiló este error y se volcó en un negociación apasionada de la reforma, esta vez renunciando a un pacto con los republicanos y cediendo ante las exigencias de los defensores del derecho a la vida en su propio partido para no incluir la financiación de abortos por el gobierno federal. El coste del alto riesgo político soportado por el primer presidente negro de EE UU está por escribir. Pero nadie podrá ya cambiar la historia. Es cierto que las dos votaciones del domingo por la noche demostraron hasta qué punto la cámara legislativa estaba dividida en dos mitades casi iguales y que sin duda, en las elecciones legislativas de noviembre los candidatos republicanos utilizarán el argumento de que la reforma tiene potencialmente un alto coste económico. Es muy presumible que a partir de dichas elecciones, el presidente tenga que trabajar con unas cámaras de mayoría republicana. Sin embargo, Obama logra uno de los objetivos políticos de su presidencia y podrá modular su política en torno al centro para aspirar con fundamento a la reelección, siempre que la recesión económica no acabe lastrando el cumplimento de su programa electoral
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