Hace poco me enteré de una noticia que me impactó bastante, durante la II Guerra Mundial una mujer polaca llamada Irena Sendler consiguió trabajar dentro del gueto de Varsovia con la intención de salvar a los niños judíos de una muerte segura. Irena consiguió sacar de allí a 2.500 niños y tras la guerra buscó a sus respectivas familias. En 1943 cuando los nazis se enteraron de estas actividades la torturaron brutalmente, pero ella no desveló ninguna información. En 2007 esta misma mujer fue candidata para recibir el Premio Nobel de la Paz, sin embargo, fue galardonado al ex vicepresidente de los Estados Unidos Al Gore por su documental sobre el cambio climático: Una verdad incómoda, y en 2009 a Barack Obama por promesas y buenas intenciones.
No seré yo quien ponga en entredicho tal decisión de quién es más merecedor de ese premio, pero tal vez habría que reflexionar sobre si más vale una acción que unas palabras. Quizás tras estos galardones no sólo hay intereses pacíficos, sino económicos o políticos. Irena Sendler falleció en 2008 sin ser premiada por el Nobel, cuando de verdad fue una mujer que ha realizado una difícil y dura tarea arriesgando su vida por la de los demás.
Como este caso ha habido miles, incluso puede que no muy lejanos a nuestras vidas. Apoyándome en otro ejemplo de heroínas desconocidas encuentro el caso de Emily Davidson, una militante del movimiento feminista del siglo XX que luchó por el reconocimiento del voto de las mujeres dando incluso su vida, y que aun así no fue reconocida por su acción. Pienso que este tipo de premios de tanta importancia no se deberían otorgar de forma tan ligera o simplemente por promesas y no por actos, ya que este carecería de valor o reconocimiento. Como dice en la lápida de Emily Davidson: “Deeds, no words”, “Hechos, no palabras”.
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