Obama’s Blacklist

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No se andan con pamplinas. Da igual que el inquilino de la Casa Blanca sea demócrata o republicano, blanco o negro, joven o viejo. Cuando lo que está en juego es la seguridad nacional, cierran filas y tiran por la calle del medio.

Lo acaba de hacer Obama, icono de la progresía mundial. En una decisión sin precedentes, ha autorizado que se incluya en la lista de «objetivos humanos» a un facineroso llamado Anwar al-Awlaki Lo que hace singular la inserción de Awlaki en el catálogo de «asesinables», al lado de Bin Laden, Al Zawahiri y otros prendas de similar catadura, es que se trata de un ciudadano norteamericano.

El tipo nació hace 39 años en Nuevo México, donde su padre, que es yemení y ha sido ministro en su país, estaba sacándose un máster en agricultura. Estudió el bachillerato en Sanáa y regresó a Estados Unidos con una beca, para graduarse como ingeniero en la Universidad de Colorado.

Después, comenzó a predicar. Actuó como imán en tres mezquitas de EE.UU. y en 2004 volvió al Yemen, donde ahora se esconde. No hay referencias en su ficha que permitan adivinar dónde y cuándo se afilió a Al Qaida, pero los expertos en antiterrorismo se refieren a él como «el Bin Laden de Internet» y tienen pruebas de que escuchaban sus sermones tres de los secuestradores del 11-S, que orientó al mayor Nidal Malik, autor de la masacre de Fort Hood y que asesoró a Umar Faruk, el nigeriano que intentó volar en Navidades un avión de pasajeros con destino a Detroit.

A la vista de la peligrosidad del sujeto e indiferente al hecho de que el interfecto se oculta a más de 11.000 kilómetros de Washington y con muchas fronteras por medio, Obama ha ordenado que se le capture o elimine.

Les confieso que el asunto, por brutal que suene, no me disgusta ni me plantea dilemas morales o jurídicos.

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