Esta es la cita más importante en materia nuclear en los últimos sesenta años. El reto: no quedarse en un documento declarativo y pasar a acciones efectivas que pongan controles rigurosos para la tenencia de material nuclear.
Están los cinco “grandes”, Rusia, China, Gran Bretaña y Francia y, por cierto, el país anfitrión, Estados Unidos. Se juntan además la India y Pakistán, aunque muchos no los cataloguen como potencias nucleares.
La agenda la conocen de sobra los líderes de los 47 países convocados (37 presidentes están en Washington).
La palabra de la secretaria de Estado Hillary Clinton es clara. Ella dice que la amenaza del terrorismo nuclear ha aumentado. Al Qaeda y otros grupos quieren causar el caos, la destrucción, la muerte. Osama Bin Laden ha intentado al menos dos veces comprar armas nucleares en el mercado negro.
Se trata de buscar compromisos para hacer un inventario y asegurar las reservas nucleares. El poder nuclear ha crecido de modo insospechado. Se pensaría que tras la Guerra Fría (el fin de las tensiones entre Estados Unidos y la Unión Soviética), la amenaza nuclear debió disminuir. Las cifras lo contradicen. Hay potencial nuclear para construir 120 000 bombas.
Preocupa, como lo evidenció el Secretario Adjunto de Estados Unidos en su vista a Ecuador, la amenaza de Irán.
Las Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad lanzaron una resolución en pro del desarme nuclear en septiembre. Ahora hay que cumplirla. Más allá de las declaraciones y documentos líricos, aquí se trata de diseñar un plan detallado y un compromiso del más alto nivel.
Es indispensable seguir los pasos de acuerdos de reducción como el recién firmado entre Washington y Moscú.
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