Political Evolution of the USA

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El presidente de EEUU, Barack Obama, al fin y al cabo hizo público la nueva doctrina nuclear de su país recogida en el informe intitulado Revisión de la Postura Nuclear.

La publicación de este informe, que es una versión abreviada de un documento más extenso a presentar al Congreso, fue esperada durante mucho tiempo y pospuesta en varias ocasiones desde diciembre pasado.

Por supuesto que la doctrina nuclear de Obama marca un avance notable en comparación con la estrategia de George W. Bush. El 5 de abril de 2009, en Praga, Barack Obama prometió reforzar el control sobre las armas ofensivas estratégicas, reducir drásticamente los arsenales y librar al mundo de la amenaza nuclear, pero el documento programático publicado un año después resultó ser mucho más moderado.

Hoy día, todos entienden que un mundo sin armas nucleares continuará siendo una utopía incluso pasados 10 ó 20 años. Sin embargo, tales manifestaciones del nuevo 44º presidente estadounidense, sucesor de George W. Bush, son un regalo al oído.

La doctrina nuclear de Obama podría considerarse revolucionaria en comparación con la época de Truman. Si esta estrategia hubiera existido a finales de la Segunda Guerra Mundial (agosto de 1945), el presidente Harry Truman no habría sido capaz de ordenar los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki.

En virtud de la nueva política, Washington se compromete a no usar armas nucleares contra Estados que no las poseen, siempre y cuando observen el Tratado de No Proliferación y no representen una amenaza real para la seguridad nacional de EEUU.

Al destacar estas dos últimas condiciones, Washington hace referencia a Irán y Corea del Norte, cuyos programas nucleares siguen agitando la tranquilidad de parte de la comunidad internacional.

Cualquier cambio en la estrategia nuclear de EEUU para la Casa Blanca supone un gran quebradero de cabeza y la revisión hecha por Obama no es una excepción.

Los republicanos no la apoyan, porque el documento prevé modernizar los arsenales existentes en vez de desarollar cabezas nucleares de nueva generación. Los partidarios del desarme creen que la nueva doctrina tiene poco en común con el discurso emocional que Obama pronunció en Praga.

Según ellos, este documento no representa una revolución, sino un mero avance respecto a la política del presidente George W. Bush que descartó casi todas las posibilidades del desarme y el control real sobre armas nucleares (a diferencia del control de carácter declarativo) y se reservó el derecho a librar guerras nucleares a nivel local y lanzar ataques nucleares preventivos y punitivos escudándose en el eslogan de No Proliferación.

Aunque la doctrina de Obama todavía no proclama desarme, es un importante paso adelante en el ámbito de control de las armas ofensivas estratégicas.

La nueva estrategia reconoce que la mayor amenaza “ya no la representa una confrontación nuclear entre países, sino el terrorismo nuclear y la proliferación de armas nucleares a un número cada vez mayor de Estados”.

Tenemos que rendir honores al demócrata Barack Obama. El primer presidente negro en la historia de EEUU quién, a diferencia de sus predecesores que ocuparon el sillón presidencial durante los últimos 100 años, logró recibir la luz verde para realizar una amplia reforma de salud pública, merece elogios por su coraje de incorporar nuevas cláusulas importantes en la Revisión de la Postura Nuclear.

La Administración estadounidense se compromete a no usar armas nucleares contra Estados que no las poseen y deja de considerar a Rusia y China como las principales fuentes de amenazas nucleares.

Asimismo, Washington prevé poner fin al desarrollo de nuevas ojivas nucleares, centrarse en la modernización de las armas convencionales, prohibir los ensayos nucleares y renunciar a los planes de desarrollo de nuevos tipos de armas ofensivas estratégicas, promovidos en la época de George W. Bush.

Parece que Obama tiene agallas para tocar temas sensibles como la seguridad nacional y el poderío de la primera potencia mundial, en medio de la acrecida influencia de la oposición republicana.

Obama se vio obligado a hallar fórmulas de compromiso con el secretario de Defensa de EEUU, Robert Gates, que también desempeñó este cargo en el gabinete anterior, es decir, bajo la presidencia de George W. Bush. Robert Gates (y el Pentágono, respectivamente) acordaron no desarrollar nuevos tipos de cabezas nucleares y cesar los ensayos sólo después de comprometer a Obama a aumentar el presupuesto para el mantenimiento y la modernización de los actuales arsenales nucleares de EEUU.

Obama no descartó la posibilidad de usar armas nucleares contra Estados que no las poseen. Sería ingenuo esperar que el inquilino de la Casa Blanca renuncie voluntariamente a su derecho de emplearlas cuando estime necesario. El Pentágono nunca lo aceptaría.

Obama solamente dificultó el acceso al botón. A juzgar por los aplazamientos de la publicación del documento, tuvo que hacer muchas maniobras y concesiones a la Secretaría de Defensa y, además, tener en cuenta la opinión de los republicanos en el Senado.

Demasiado radicalismo nuclear podría frustrar la ratificación del nuevo Tratado de reducción de las armas estratégicas ofensivas (START), firmado el 8 de abril en Praga.

EEUU tampoco desistió de los planes de desplegar el escudo antimisiles. Así las cosas, Barack Obama y Dmitri Medvédev tuvieron muchos temas que discutir en Praga.

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