U.S.: Stupefied Gringa

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El embajador de Estados Unidos en México, Carlos Pascual, está preocupado porque el costo de realizar negocios en México se eleva día con día por la violencia que generan las organizaciones criminales. Ayer en Monterrey afirmó ante empresarios que en algunas regiones del país ya no se puede vivir una vida normal sin pensar en los riesgos que alcanzan a los ciudadanos comunes. Recordó que ya las fuerzas armadas de su país entrenan a policías y militares nuestros para tratar de enfrentar mejor esta lucha.

Por su parte, el ex candidato presidencial estadounidense, el republicano John McCain, en medio de una campaña electoral estatal en Arizona, exigió el despliegue inmediato de la Guardia Nacional para hacer frente a los cárteles del narcotráfico y al cruce de indocumentados, para cortar de tajo la violencia que, dice, “ha convertido a Ciudad Juárez en la ciudad más violenta del hemisferio occidental´´.

A ambos se les agradece su actitud propositiva.

Y sin embargo en ambos casos se requiere un par de respetuosas puntualizaciones.

Es difícil entender porqué Ciudad Juárez es la región más insegura del continente, mientras que su contraparte, El Paso, Texas, es considerada la segunda ciudad más pacífica de los Estados Unidos. La breve malla ciclónica que divide a ambas poblaciones no alcanza a explicar porqué de un lado pasa todo, mientras en El Paso no pasa nada. No es creíble que el infierno y el cielo se hallen geográficamente tan próximos.

De toda evidencia ambas ciudades son una misma: nuestro Berlín del sur y su Berlín del norte.

Si recordamos la serie de reportajes elaborados por EL UNIVERSAL, en mayo del año pasado, en el que se documentó —de Tijuana a Matamoros— la ausencia de controles por parte de la aduana estadounidense, la negligencia para investigar y la corrupción que también aceita, de aquel lado, la circulación de drogas y armas en suelo de Estados Unidos, es posible comprender cómo le hacen los criminales para matar de mañana en un territorio e irse a dormir pacíficamente por la noche, al otro.

En México se libra una guerra donde, como se ha dicho hasta la saciedad, nosotros ponemos los muertos mientras nuestros entrañables vecinos se encargan del lavado de dinero, la venta de armas y el abuso de las drogas.

Dos caras de un mismo problema, dos territorios de una misma geografía, dos síntomas de una misma enfermedad. De ahí que si México pierde competitividad o se vuelve más peligroso en la frontera norte, lo mismo sucede inevitablemente en la frontera sur de los Estados Unidos. El embajador Pascual lo sabe pero obvió decirlo en Monterrey. MacCain también, pero anda haciendo campaña con discursos facilones para consumo doméstico.

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