Thanks, Arizona

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El miércoles 23 de marzo en Washington DC veíamos la transmisión del partido entre México e Islandia, que se estaba jugando en Charlotte, Carolina del Norte. Y al final del partido se me ocurrió preguntar: “Oigan, ¿no le dará miedo a tanto paisano ir a los partidos de la selección? ¿Qué tal que a la salida los está esperando la migra?”, a lo que todos me respondieron que eso sería impensable (incluso en Carolina del Norte, que no tiene fama de tolerancia racial), pues con qué argumento iban a apostarse afuera del estadio los policías para pedirles sus papeles. “Ni modo que porque la mayoría son morenos y traen la camiseta del Tri. No te imaginas el escándalo que se armaría”.

Un mes después de aquella reunión, la gobernadora de Arizona, Jan Brewer, firmó la ley SB1070, que en su sección 2, párrafo B, instruye que cuando por cualquier medio legal una autoridad o agencia del estado, condado, ciudad, pueblo o cualquier otra subdivisión política en el estado, considere que existe sospecha razonable (reasonable suspicion) de que una persona es un “alien” con presencia ilegal en Estados Unidos, deberá hacerse un intento razonable (reasonable attempt), cuando sea practicable, para determinar el estatus migratorio de dicha persona.

El tema está calando en la opinión pública, inclusive a nivel mundial.

Como todos los temas explosivos, la reforma migratoria integral no es el tema favorito de los políticos en Washington DC, y por eso lo habían hecho a un lado. El escándalo provocado en Arizona los está acorralando a unos meses de las elecciones y se verán orillados a adoptar una clara posición. Sin embargo, y debido a que el tema polariza, es difícil dar por hecho que, ahora sí, la reforma integral pueda concretarse en este año.

Entre algunos promotores de la reforma migratoria existe la opinión de que no es el mejor momento para retomar la discusión, puesto que las elecciones van a contaminar las negociaciones. Esto tiene lógica, sin embargo el impacto se está dando en ambos sentidos.

Un ejemplo adverso es John McCain, quien hace tres años se declaraba partidario de una reforma integral (junto con el ahora difunto senador Kennedy), y hoy fue de los primeros en declarar su apoyo a la escandalosa ley. El señor McCain es, nada menos, senador por Arizona y este año tendrá que contender en la elección primaria con el ultra conservador J.D. Hayworth, autor del libro Whatever it takes (Lo que sea necesario), que muy bien encajaría como exposición de motivos de la ley 1070.

Un efecto inverso sucede en Nevada, estado con creciente electorado hispano y representado por el senador Harry Reid, quien se apresuró a condenar dicha ley, y fue más allá: anunció la posibilidad de pasar en el Senado este mismo año una ley migratoria que contemple el camino hacia la legalización. Mr. Reid es uno de los hombres más poderosos en Estados Unidos, por ser el líder de la mayoría en el Senado y por su cercanía al presidente Obama, sin embargo los republicanos en su estado podrían arrebatarle la senaduría en los próximos comicios.

El renovado entusiasmo de muchos candidatos para darle prioridad a una reforma migratoria integral se debe a que el electorado hispano se consolida, y aunque es obvio que los inmigrantes indocumentados no pueden votar, la mayoría tiene decenas de parientes que sí pueden. La postura a favor o en contra de la ley en Arizona, y del tema migratorio en general, será clave para la reelección de dichos candidatos en sus estados.

Aunque lejana de la Amnistía de 1986 (Inmigration Reform and Control Act, IRCA) la expectativa de una reforma que contemple un camino a la legalización de los residentes indocumentados aliviaría a buena parte de la comunidad latina, y más importante, desactivaría las iniciativas xenofóbicas en los estados más conservadores.

Más que el 11-S, o la violencia fronteriza, incluso todavía más que una resuelta oposición al tema, fue desdén lo que mantuvo paralizada cualquier discusión de reforma migratoria en los últimos años.

Con su escandalosa ley 1070, Arizona rescató del olvido el asunto, para meterlo de lleno a la agenda nacional y obligar a los actores políticos a definirse. Y aunque le salió en calidad de “tiro por la culata”, eso es algo que se le agradece.

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