McCain on Shutter Island

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La suerte de los políticos republicanos que perdieron las últimas elecciones en Estados Unidos frente a Obama ha sido muy diferente. La segunda de la candidatura, Sarah Palin, va para arriba de manera imparable, empujada por los furibundos conservadores del Tea Party, y sus partidarios la aclaman ya como la próxima candidata a la Casa Blanca. El que lo fue en 2008, John McCain, se ha deslizado en cambio por la pendiente, y los más críticos lo acusan de estar perdiendo su integridad.

Hace unos días, McCain declaró a la revista Newsweek: “Yo nunca me he considerado un rebelde”. Fue una señal que confirmaba la extraña mutación interior que se ha producido en el veterano senador republicano (73 años) que lleva toda su carrera defendiendo su radical independencia como la seña de identidad que mejor lo define. Esa actitud hizo de él un inconformista, casi un disidente, en las filas republicanas. El viejo héroe de guerra, honesto e insobornable, no dudaba en saltarse las consignas partidarias si estas chocaban con sus principios e ideas. Criticó a George Bush por la guerra de Irak y en sus libros y campañas electorales representó con talento el papel de rebelde (con una sólida causa detrás).

Pues ahora resulta que no, que McCain no se rebeló jamás. ¿Qué ha ocurrido? La última película de Martin Scorsese, Shutter Island, inspirada en una novela de Dennis Lehane, cuenta la historia de un impecable agente federal que viaja a una remota isla para ocuparse de una peligrosa psicópata en una turbia institución psiquiátrico-penitenciaria. Maquinaciones diabólicas, experimentos delirantes, complicidades perversas: la película narra un cambio brutal. Al agente lo convierten (¿o ha sido siempre así?) en un peligroso asesino.

Claro que lo de McCain no tiene ese aire gótico y excesivo, pero habla de lo mismo. De un cambio de identidad. Y de actitud: de velar por los inmigrantes a favorecer su expulsión. En este caso, sin embargo, la metamorfosis puede tener su explicación. McCain ha tenido que pedir ayuda a Palin cuando ha visto que podría peligrar su reelección como senador por Arizona. Y no le ha quedado otra: al diablo con la rebeldía.

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