Strategic Scope of the Oil Disaster

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Alcances estratégicos del desastre petrolero

Si Washington opta por permitir la explotación submarina de petróleo, enormes capitales fluirán en esta dirección. Si, por el contrario, reimpone la moratoria, que regía hasta sólo un mes antes del accidente, obligará a las grandes empresas del rubro, incluidas las petroleras, a desarrollar energías limpias.

La explosión de una plataforma, el 20 de abril, en el Golfo de México, agudiza el debate sobre qué hacer en el campo energético en Estados Unidos. En 1971 el país alcanzó lo que la industria petrolera llama el peak oil, que corresponde al punto más alto de la producción. Pasada esta cima comienza la declinación. Pero la demanda por el crudo ha aumentado, desde entonces, en 35%, mientras la producción doméstica ha caído en 30%. Consecuencia: las importaciones se han duplicado para cubrir dos tercios de la demanda. Estados Unidos, con algo menos del 5% de la población mundial, consume cerca de un cuarto del petróleo del planeta. De hecho, quema el doble de hidrocarburos que China. Las previsiones para 2025, a condiciones iguales, es que la demanda aumentará en 50%. Eso significa que crecerá la dependencia del crudo proveniente del Medio Oriente, el Cáucaso, África y América Latina. Y, con ello, las presiones políticas sobre estas regiones.

A lo largo de su campaña presidencial, el Presidente Barack Obama prometió que haría lo que esté a su alcance para disminuir la dependencia del crudo importado, lo que algunos han llamado la “adicción petrolera” estadounidense, una sed que le dejó a Washington una factura por 500 mil millones de dólares en 2008. Obama se ha propuesto en el curso de esta década ahorrar más petróleo que el importado desde el Medio Oriente y Venezuela. En campaña, Obama fue cauto sobre la conveniencia de autorizar las explotaciones petroleras mar afuera (offshore). Pero, una vez en la Casa Blanca, parece haber concluido que no podría bajar la importación si no explotaba los fondos marinos. Además, dar luz verde a las perforaciones submarinas es una carta de negociación con los republicanos para lograr un acuerdo para la nueva legislación sobre cambio climático. Luego del estallido de la plataforma, Obama señaló en su estilo balanceado: “Yo sigo creyendo que la producción nacional de petróleo es una parte importante de nuestra estrategia de seguridad energética. Pero también siempre he dicho que debe hacerse en forma responsable, para la seguridad de nuestros trabajadores y de nuestro medio ambiente”.

Obama propone caminar sobre una cuerda floja. De una parte los expertos señalan que las grandes reservas petroleras restantes están bajo el mar y todavía queda bastante crudo en el Golfo de México. Y, claro, las empresas petroleras sólo esperan la autorización para taladrar y extraer los billones de dólares en crudo. Por otra parte están los ecologistas, que creen que ha llegado el momento de decir alto, como Wesley P. Warren, director del Natural Resource Defense Council, que ha dicho que “este es un gigantesco llamado de atención a que debemos ir más allá del petróleo como fuente energética”. El propio Obama planteó en su programa crear cinco millones de nuevos empleos, con una inversión de 150 mil millones de dólares, destinados a la producción de energía limpia, que excluye los hidrocarburos, en los próximos 10 años. Además, ofreció introducir un millón de vehículos híbridos -con un rendimiento de 64 kilómetros por litro- para 2015; aplicar un programa de límites y bonos de emisión y varias otras medidas. Los escépticos, que no son pocos, apuntan que para desarrollar alternativas abundantes y competitivas al petróleo se requerirán varias décadas. Al respecto, quienes quieran profundizar en el tema pueden echar un vistazo a mi libro “Chao, Petróleo”, en el cual abordo el tema con mayor detalle.

El rumbo que adopte Estados Unidos tiene grandes repercusiones para el resto del mundo. Si Washington opta por permitir la explotación submarina de petróleo, enormes capitales fluirán en esta dirección. Si, por el contrario, reimpone la moratoria, que regía hasta sólo un mes antes del accidente, obligará a las grandes empresas del rubro, incluidas las petroleras, a desarrollar energías limpias. Como ocurre a menudo en política, Obama está atrapado entre sus promesas programáticas y los formidables intereses económicos que aspiran a mantener su supremacía. Mucho dependerá del impacto de la llegada del petróleo a los estados costeros. La opinión pública deberá decidir sobre cuál es el mal mayor: la contaminación o combustibles más caros. Al respecto no habrá una sola opinión. Los trabajadores de las empresas petroleras querrán seguir con sus tareas. Los afectados, en cambio, como lo son los pescadores y otros trabajadores que explotan las aguas del Golfo, no querrán volver a ver una plataforma en sus proximidades. En lo que toca al resto del mundo, ya se conocen los conflictos que pueden provocar el apetito por el “excremento del diablo”, como el venezolano Juan Pérez Alfonzo motejó al petróleo.

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