Edited by Alex Brewer
Las visitas de Estado en la Unión Americana no varían en su formato a lo largo de los años, lo que cambia es la calidez de la recepción y, en ese sentido, esta visita del presidente Calderón se compara con muy pocas de la historia reciente. Salta a la vista que la administración de Obama ha querido realizar mucho más que un gesto hacia México en un momento que se distingue por la fluidez de la relación bilateral, pero se ve contaminada por la violencia fronteriza y la ley antiinmigrantes de Arizona. En ese contexto había que resaltar los puntos de acuerdo y la construcción de lo que los mandatarios Obama y Calderón señalaron una y otra vez como la edificaciónn de una nueva era en las relaciones.
Esta visita estuvo marcada por tres temas fundamentales: seguridad, migración y las posibilidades de una mayor integración económica, un tema que en la agenda siempre termina opacado por los otros. Ni Calderón ni Obama especificaron qué medidas se adoptarán para fortalecer los esquemas de seguridad fronteriza, fuera de los compromisos reiterados de trabajar sobre el tráfico de armas y de dinero de la parte estadunidense y de la violencia y las bandas del narcotráfico del lado mexicano.
Pero, sobre la bruma de las palabras y las declaraciones, lo que se va perfilando es una estrategia en términos de seguridad mucho más global y que comienza a interrelacionar los distintos capítulos en forma integral: al combate en México a los cárteles y la colaboración antidrogas (que los estadunidenses siguen públicamente colocando en el entorno de la Iniciativa Mérida, aunque es hoy mucho más amplia, como lo reconoció Obama, sobre todo en temas de intercambio de información e inteligencia), se comienza a ligar una actividad mucho más seria de Estados Unidos en la frontera, para abatir el flujo de armas (el de dinero se dice que también se está frenando, pero no existe evidencia empírica de ello), al tiempo que la estrategia interior de EU de disminuir el consumo se cierra con la idea de reducir el ingreso de drogas a este país. En la teoría es un círculo que debería ser virtuoso y que tendrá que ofrecer resultados más temprano que tarde. Pero todo ello debe confrontarse con las elecciones estadunidenses de noviembre.
Por eso, si bien los dos presidentes han sido muy duros impugnadores de la ley migratoria de Arizona, la idea tiene que ir más allá. De alguna forma lo reconoció Obama cuando dijo que la ley es consecuencia también de que el gobierno federal estadunidense le ha fallado a esa entidad a la hora de garantizar una frontera segura, un término que también utilizó el presidente Calderón en cada oportunidad en que se refirió al tema, para propiciar dijeron los mandatarios, una migración “digna, legal y ordenada”.
Obama insistió en que la futura ley migratoria tiene que ser un proceso que transite en ambas vías. Con flexibilidad de Estados Unidos para poder legalizar a los migrantes ilegales, pero que debe garantizar que ellos cumplan con varios requisitos: si no lo han hecho, que paguen impuestos por el tiempo que han trabajado en EU de manera ilegal; que cumplan con las leyes, que hablen inglés, al tiempo que expresaba su inconformidad ante la ley Arizona al afirmar que violaba la esencia de los derechos civiles. En los hechos, Obama estaba hablando de migración para México, pero también con destino a su electorado interno, al recordar que poco más de la mitad de la población estadunidense apoya legislaciones duras como la de Arizona en ese tema. Girando en torno a eso los conceptos de nueva era, de lazos y, sobre todo, de una frontera segura a ambos lados de la misma, termina siendo una fórmula interesante y viable.
Llama la atención que, pese a que se abordó con insistencia el tema, los pasos de la integración económica aún no terminan de darse porque no hay una verdadera definición estratégica. Tanto Obama como Calderón hablaron del tema, destacaron el comercio, las posibilidades. El presidente de México incluso habló de que se debe avanzar para que América del Norte se conviereta “en la región más competitiva y próspera del mundo”, pero sigue faltando la precisión, las definiciones, los cómo. Y en México no tenemos ni la legislación ni la plena voluntad política de hacerlo, mientras que en EU parece faltar, en varias de sus élites, la visión para impulsarlo.
Con todo, difícilmente se podrá recordar una visita marcada por una calidez mayor que la reflejada en ésta, algo que Obama sabe trasmitir muy bien con las palabras, pero también con el lenguaje corporal. Una visita que concluye hoy jueves, cuando hable el presidente Calderón ante ambas cámaras del Congreso. Es una oportunidad que se presenta pocas veces y no se debería desaprovechar.
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