Power Games: Comforting on the Shores of the Potomac

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20-May-2010

Juegos de Poder

Leo Zuckermann

Apapacho a la orilla del Potomac

El presidente Calderón se tardó mil 265 días para hacer su primera visita de Estado a Washington, D C Muchos lo criticaron por esta tardanza ya que usualmente los mandatarios mexicanos realizaban esta visita durante su primer año de gobierno. Como sea, el hecho es que Calderón finalmente llegó a la capital estadunidense como jefe del Estado mexicano, con toda la pompa y circunstancia que implica una visita de este tipo. ¿De qué servirá este viaje tan esperado?

En primer lugar, por lo general resulta positivo que un presidente mexicano visite Washington para reunirse no sólo con su homólogo sino con la élite que trabaja dentro de lo que allá se denomina como el beltway, es decir, el periférico que rodea la capital de Estados Unidos. Esto incluye al presidente Obama, sus principales funcionarios, senadores, representantes, miembros del Poder Judicial federal, corresponsales de los principales medios de comunicación, cabilderos, embajadores, etcétera. Toda la “fauna política” que pulula en la capital del imperio estadunidense y que los fundadores de ese país confinaron en un pantano a las orillas del río Potomac, en la frontera entre Maryland y Virginia.

Varios de estos personajes recibirán muy cordialmente al presidente Calderón. Al fin y al cabo, se trata del gobernante de la nación vecina del sur. Además, las relaciones de los dos países vecinos se encuentran en buenos términos, sobre todo en lo económico que es lo que más les importa a los estadunidenses.

Como vimos ayer desde el principio de la gira, a Calderón lo van a apapachar en grande. Y vaya que lo necesita el Presidente, quien ha tenido unos días aciagos. A su partido le mataron un candidato en Tamaulipas, le secuestraron a uno de sus líderes históricos y, para colmo, perdió la alcaldía de Mérida, uno de sus bastiones electorales. Supongo que a Calderón le vendrán bien las muestras de calidez y amistad que reciba en Washington.

Más allá de esto, que siempre ayuda, el Presidente mexicano seguramente logrará destrabar alguno que otro asunto que se encuentre atorado en la agenda bilateral, amén de mandar un mensaje contundente en contra de esa deleznable Ley SB 1070 de Arizona.

Todo esto justifica, con creces, la visita de Estado a Washington. Sin embargo, los que estamos convencidos de que México y Estados Unidos deben profundizar su integración económica, nos quedaremos con cierta frustración porque, en este rubro, todo indica que no habrá grandes anuncios.

No habrá, me parece, un mensaje de las dos naciones de buscar una segunda etapa, de mayor vigor, del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). No es un buen momento en Estados Unidos para introducir este tema en la agenda pública. Al fin y al cabo, el Partido Demócrata (tradicionalmente el más proteccionista en la política comercial de ese país) es el que controla el Ejecutivo y ambas cámaras del Congreso. Y ese partido corre el riesgo de perder la mayoría en la de Representantes y la mayoría calificada para evitar el filibusterismo en el Senado en las próximas elecciones intermedias de noviembre. No existen, en este momento, las condiciones políticas para plantear un TLCAN mejorado, lo cual, por ejemplo, enfurecería aún más a varios sindicatos (que son parte de la base electoral de los demócratas) que de por sí están muy enojados por las consecuencias negativas para el empleo que ha tenido el TLCAN en varios sectores de la economía estadunidense.

Ni hablar, también, de una reforma migratoria. Aunque fue una de las promesas de Obama en su campaña, la mayoría de los políticos en Washington ven este tema como una especie de criptonita electoral. Y como no quieren arriesgarse a perder sus puestos en noviembre, pues dicha reforma está congelada. No por nada los apostadores de Intrade le dan una probabilidad de 7% de que efectivamente sea aprobada este año.

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