Durante la visita de Estado que realizó el presidente Felipe Calderón a Estados Unidos la semana pasada, se dirigió al Congreso de aquel país en un discurso que fue aplaudido a rabiar por la presidenta del PRI, Beatriz Paredes, y por el senador perredista Carlos Navarrete. Desde luego que el hecho inusual, que políticos de posición aplaudan al presidente panista, fue destacado en los medios de comunicación mexicanos como una muestra de que sí es posible llegar a acuerdos. Lo que ya no se dijo es que este apoyo al Presidente se da en una serie de peticiones a Estados Unidos en las cuales ni el PRI ni el PRD pierden nada. ¿Quién se puede oponer en México a que haya una reforma migratoria en Estados Unidos? Nadie. Porque eso no le cuesta a nadie. Quienes se oponen son varios congresistas estadounidenses y una parte de la opinión pública de nuestro vecino del norte. Lo mismo ocurre con la petición de que se controle la venta de armas en Estados Unidos. Los que se oponen son los estadounidenses que piensan que estarían más inseguros si se les prohíbe armarse hasta los dientes. Y lo mismo pasa con los otros temas de la relación bilateral: el paso de camiones mexicanos hacia Estados Unidos, el combate al consumo de drogas en aquel país. ¿Quién puede en México estar en contra? El problema aparece cuando hay que tomar medidas en nuestro país. Si se trata de generar empleos para que no migren tantos mexicanos al norte, entonces la cosa se complica. Para ello hay que hacer reformas que vuelvan a la economía mexicana competitiva a nivel mundial para atraer inversión. Y ahí es donde la puerca torció el rabo. ¿Cómo que hay que poner impuestos a los ricos, si son los que apoyan a los políticos? ¿Cómo es que hay que empezar a cobrar impuestos a la economía informal, si es de ahí de donde salen los votos y los apoyos ocultos? ¿Cómo que hay que hacer eficiente al gobierno y reducir los privilegios de la burocracia federal, del Poder Legislativo, de los ministros de la Corte, de los funcionarios del IFE, de los gobernadores y su séquito de vividores? No, pues ¿qué pasó…? Si estamos chupando tranquilos. Que los estadounidenses les den más chamba a los mexicanos, que para eso están. Finalmente, tienen que pagar el pecado de haberse llevado la mitad del territorio mexicano en el siglo XIX. Y si de una vez nos dan una mensualidad a cada mexicano, la aceptamos. Eso sí, con orgullo, pero la aceptamos. Y todos los políticos mexicanos van a estar como un solo hombre con el Presidente valiente que, como Calderón, ponga a los estadounidenses en su lugar.
Tampoco se trata de hacer que nuestras instituciones funcionen y que se aplique la ley. Eso es muy complicado. Mejor que Estados Unidos no consuma drogas y no nos mande armas. Total, si las armas se venden en Tepito sin ningún control no es culpa de la policía mexicana corrupta e ineficiente, sino de los americanos que no establecen controles en su territorio. Y si hay narcoviolencia en México es porque del otro lado de la frontera consumen drogas y no porque la impunidad, la corrupción y la ineficiencia reinan en nuestro sistema de seguridad y justicia ni porque se venden drogas en cada esquina de las ciudades mexicanas. No, señor. Nosotros somos víctimas inocentes del imperialismo, el cual tiene la obligación de remediar nuestros males.
No resulta extraño que toda la clase política del país haya apoyado entusiastamente el discurso exigente del presidente mexicano en Washington. Finalmente, pedir no cuesta nada, y Estados Unidos sigue siendo el mejor chivo expiatorio de todo lo que funciona mal en este país. El único problema del discurso de Calderón es que no va a cambiar la realidad. La reforma migratoria seguirá pendiente hasta que las condiciones internas en Estados Unidos cambien, y cuando ésta se dé, no será la enchilada completa y cientos de miles de mexicanos seguirán emigrando al norte hasta que la economía mexicana ofrezca empleos suficientes. Asimismo, las armas se seguirán vendiendo en Estados Unidos y cruzarán la frontera mexicana hasta llegar a Tepito, sin que el gobierno mexicano pueda hacer nada al respecto y el narco seguirá enseñoreado del país hasta que tengamos instituciones de justicia que funcionen. Mientras tanto, eso sí, seguiremos culpando a Estados Unidos de lo que no hemos podido o querido hacer en nuestro país. ¿O qué creían los gringos? ¿Que no les íbamos a decir sus verdades? ¡Pues éstos…!
jorge.chabat@cide.edu
Analista político e investigador del CIDE.
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