Politicians and Their Fences

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Los muros de los políticos

Desde la Gran Muralla china, pasando por el Muro de Berlín, el mundo ha sido saturado de barreras para impedir la llegada de “invasores”, terroristas, narcotraficantes

o inmigrantes. Barreras aduaneras, para “proteger la industria nacional”, visados y pasaportes sin los cuales no se puede entrar ni salir de ningún país.

Son todas construcciones de los políticos que impiden la integración y la entremezcla natural de los pueblos, desarticulando la paz. No podía ser de otra

manera, ya que lo hacen utilizando su “autoridad”, es decir, el monopolio de la violencia que se atribuyen los estados. Y la violencia, ya lo sabemos,

siempre destruye.

Quizás las barreras más irónicas son las que impiden el ingreso al “mundo de la libertad”, la cerca de alta tecnología que EE. UU. comenzó a construir

en la frontera mexicana para tratar de frenar una inmigración que -irónicamente- crecía, demostrando que las prohibiciones a la libertad tienen patas cortas,

hasta que la crisis económica hizo recular a los inmigrantes.

Pocos años atrás Bush firmó la construcción de este muro de unos 1.200 kilómetros en diferentes tramos a lo largo de la tercera parte de la frontera con

México, a un costo superior a los US$ 6.000 millones. Me recuerda al Muro de Berlín y a los que murieron al intentar cruzarlo. El número de inmigrantes

que mueren al intentar entrar a EE. UU. hoy es casi 400 al año, en general por agotamiento en el desierto, frente a los 241 que se registraron en 1999.

El cruce de “ilegales” desde México aumenta, faltando menos de dos meses para que entre en vigor la nueva ley, en Arizona, que gastó, durante el 2009, US$

2.700 millones para apresar a “ilegales”, arrestos que aumentaron 6 por ciento en lo que va del 2010, comparado con una disminución de 9 por ciento en

el resto de la frontera.

Ahora Obama ordenó el envío de 1.200 efectivos de la Guardia Nacional a la zona fronteriza, presionado por los republicanos, que pretendían no menos de

6.000. También solicitaría US$ 500 millones para la protección fronteriza y actividades policiales.

Según la ONU, hay unos 200 millones de inmigrantes en el mundo, y es a EE. UU. adonde más han ido, 40 millones (20 por ciento de la migración mundial),

luego a Rusia, 13,3 millones, y Alemania, 7,3 millones. Así, las minorías, que hoy suman un tercio de la población de la primera potencia, en el 2050 alcanzarán

el 54 por ciento del total. La población hispana, que constituye hoy el 15 por ciento, prácticamente se triplicará: de 46,7 millones en el 2008 a 132,8.

Con ese crecimiento, los hispanos serán el 30 por ciento del total. Los afroamericanos avanzarán muy poco, del 14 por ciento de hoy (41,1 millones) al

15 por ciento (65,7 millones) en el 2050.

Resulta que las remesas que envían quienes emigraron a EE. UU. representan para algunas naciones la segunda fuente de financiación externa, después de las

inversiones directas. México es el país que más recibe (unos US$ 14.000 millones anuales). Estos envíos representan el 13 por ciento del PIB para El Salvador,

el 12 por ciento para República Dominicana y 10 por ciento para Guatemala, Honduras y Nicaragua. En total, las remesas hacia Latinoamérica llegan a unos

US$ 40.000 millones anuales.

Así, la movilidad humana resulta ser un factor decisivo para la expansión económica global, la reducción de la pobreza y el afianzamiento de la paz. Movilidad

que desmiente al populismo demagógico, ya que todos los inmigrantes salen de países donde el mercado sufre fuerte intervencionismo (“protecciones”) para

radicarse donde hay más respeto por la libertad personal.

Según el Foro Económico Mundial, famoso por sus reuniones en Davos (Suiza), en un ranking de 125 países, Singapur es el país menos “proteccionista” del

mundo, seguido por Hong Kong, Dinamarca, Suecia, Suiza, Nueva Zelanda, Noruega, Canadá, Luxemburgo y los Países Bajos. Chile es el mejor de América Latina,

en el puesto 18, mientras que los países netamente proveedores de migrantes están muy por debajo: Brasil, 87; Colombia, 91; Argentina, 95; Bolivia, 98,

y Venezuela, 121.

En fin, el mensaje a los políticos debe ser claro: basta de “defendernos” que, con la violencia, solamente se destruye.

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